lunes, 14 de diciembre de 2009

Cuento aterador

En un pequeño pueblo de una provincia cualquiera del interior profundo del país un día empezó a llover. Llovió por un día y medio y después paró, pero fue suficiente para que se inundara todo. Después de la lluvia el pueblo estaba con 25 cm de agua. Era un pueblo establecido en una suerte de depresión del terreno, es decir, no estaba sobre el nivel del mar, estaba un chiquitín más abajo, entonces hacía un efecto palangana que conservaba el agua en su lugar. Los habitantes del pueblo andaban con los pantalones arremangados y agarrándose la cabeza. Luego de dos días el agua bajó, pero ahora tenía 17 cm. Y no bajó más. No se iba, no había manera.
No perdieron la cosecha porque los que tenían campo los tenían en los alrededores, donde no había llegado el agua porque estaba a otro nivel, más arriba. Los animales también, estaban en el campo por ende corrieron la misma suerte que los sembrados. Estaba todo bien, no iban a morir de hambre, es sólo que tenían 17 cm inamovibles de agua.
Pasaron los días. A la quinta semana después de lo sucedido, cuando ya quedó establecido que iba a quedar así, cuando ya no había esperanzas de que cambiara el panorama decidieron juntarse para tomar alguna medida, presentar estrategias, algo.
Se juntaron en la municipalidad. Estaba el intendente, estaba el secretario de salud, estaba el concejo deliberante, estaban los secretarios, estaba el juez de paz, había tres escribanos y varios civiles interesados. No había mucho espacio, hacia bastante calor y había una humedad repugnante así que con las debidas disculpas cerraron las puertas del salón de actos.
Por algún motivo que no soy capaz de replicar aquí no se podía tocar el sistema de desagüe, una complicación relacionada con la cañería. Un tema de ingenieros.
No encontraban una forma en lo inmediato de desagotar. Además, convengamos, solamente contaban con mano de obra, el pueblo no tenía dinero y el Estado no estaba dispuesto a subsidiar ninguna obra. Al parecer estaba establecido en algún libro de actas de vaya a saber qué asamblea que el estado iba a dar una ayuda económica sí y sólo si el agua sobrepasaba los 20 cm.
Había que pensar algo con lo que había.
Estaban todos reunidos, con los pantalones arremangados y/o botas de goma, acalorados, con caras de preocupación, pensando qué hacer.
La conclusión a la que llegaron finalmente, aunque muy a pesar de todos, fue elevar el nivel del piso. Al día siguiente saldrían camiones de carga a conseguir arena, piedras lo que encontraran para rellenar el piso, para ganarle ‘altura’ al agua, como decían algunos para ilustrar el procedimiento cuando lo hicieron público al resto de los habitantes, los que no habían participado de la reunión, para empezar cuanto antes.
Imagínense el laburo que conllevaría, porque todas las construcciones edilicias estaban afectadas, no sólo las calles y las veredas. Había agua por todos lados. Agua en la calle, en la plaza, en las casas de familia, en las iglesias, en la municipalidad, agua en las estaciones de servicio, en las escuelas, en las verdulerías, en la concesionaria de autos, en la biblioteca, en el cementerio (daba miedo la sola idea de pensar en qué pasaría si la tierra que contenía a los muertos de repente se empezara a ablandar), en los talleres de autos, en la cooperativa, en las canchas de fútbol, de basquet, en los jardines de infantes, en las pequeñas fábricas, en la joyería, en la bicicletería, en todos lados, absolutamente todos lados había 17 cm de agua.
Y se acercaba navidad, era 7 de diciembre y había que llegar al 24 a la noche con las cosas solucionadas porque sinó iba a ser un horror. Todos los festejos pasados por agua serían incncebibles.
A alguien, a algún fantasioso se le ocurrió escribir esta historia y venderla a algún productor o escritor y con eso hacer unos mangos para agilizar las obras necesarias.
Viajó a la Capital luego de concertar una reunión con alguno de los posibles interesados y, prolijamente y con respeto, se acostumbraba en el pueblo, presentó la idea. Había armado una carpeta, había pasado todo a máquina (las computadoras no se podían usar porque con el agua era un peligro), todo precioso.
El tipo con el que se reunió, al cabo de terminar con la última hoja de su borrador, le dijo:
- No señor Bauer, no tendría sentido. Esto no vende.
- Pero cómo que no? Si es una historia que no había pasado nunca. Hubieron inundaciones pero nunca tan largas y tan raras. Ojo, no le quiero vender gato por liebre, pero es una buena historia para hacer una película, o una novela, no sé...
- Lo lamento Bauer. Tiene razón, pero no va a poder ser. Usted vea. Todos estamos al tanto, sabemos de qué se trata el cine catástrofe. Una ola de 500 km de altura destruye todo Manhatan, un meteorito cae sobre NY y explota todo. Un cambio climático producido por la contaminación ambiental hace que la Estatua de la Libertad tiemble de frío...
- Pero...
- Espere, déjeme terminar. Todas estas cosas ocurren en Estados Unidos, que tienen derecho porque tienen la tarasca y a los superhéroes, aunque por el mismo motivo, pero los tienen.
- Si... – Bauer empezaba a entender.
- Usted me entiende, no? Yo con todo gusto le compraría la historia pero no lo voy a hacer porque no me resulta redituable. Imagínese. Saltamos de ver un terremoto que parte al medio Beverly Hills a contemplar una chata y mesurada inundación en un pueblo de Sudamérica, donde no pasa, en realidad, nada más que eso.
- Entiendo.
- No se me ponga así hombre. Ya se va a ir el agua de alguna manera. No se ponga triste. Ahora mi secretaria le va a pasar el número de una periodista que conozco, es una amiga, que le va a hacer una nota. Para que al menos no se vaya de la Capital sin haber salido por la tele.
- Bueno...
- Además, Bauer, nadie quiere ver, nadie en su sano juicio querría involucrarse con una historia como esta, tan real que podría pasarle a cualquiera. Téngalo en cuenta para la próxima. Al menos agréguele algo de fantasía. Me entiende? Yo me pongo en el lugar de todos, porque yo soy todos. Cuando veo las noticias generalmente me detengo en el oso que casi se lastra al suizo que se pasó de vivo en un zoo de Rusia, o en la historia de la modelo más alta del mundo, ni loco me pongo a escuchar a mi vecino, que trabajando a la par mío perdió todo por la crisis o por un mal negocio. No, Bauer, porque eso me podría pasar a mi, y no quiero saber nada. Lo mismo con estas películas... Usted sabe de qué le hablo. Ahora vaya, cualquier cosa me llama.
Bauer salió y la secretaria lo recibió con un número de teléfono y una dirección de mail, la mia. No alcanzó a salir en la tele, los minutos salen caros y las noticias tienen un ranking. No todas salen. Lo único que llegué a hacer, por Bauer, por el pueblo, es dejar, al menos, esta humilde crónica.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Tránsito

Tengo una teoría.
He tratado de estar a la altura de las circunstancias, he investigado y leído porque este asunto me ha quemado la cabeza de una manera radical. Le sostuve la vela a mi convicción porque no me dejaba dormir. Y he llegado, por fin, a una conclusión.
Las mujeres manejan como aman.
Claro, usted dirá: qué poronga tiene que ver la forma de amar con la de manejar?
Oiga, no me malinterprete, no me refiero al acto, a cómo cogen las minas... no se me vaya por la tangente. Yo sé que da para el chiste fácil... pero esto que digo es muy serio, y tiene lógica.
Las mujeres y los hombres aman de forma diferente. Los hombres aman, los hombres ceden, los hombres de hecho consideran que ceder es el acto más perfecto de amor porque andan dando amor. Envuelven a sus partenaires con el cálido sentimiento y cuando se enamoran ellas pasan a ocupar el lugar más alto en su montana de prioridades.
Las mujeres, en cambio, aman a quien las ama. Son seductoras, son atractivas, son lindas. Toman... son narcisistas. Las mujeres aman de forma narcisista. Ellas van por la vida (amorosa) demandando atención. Son caprichosas (la excepción justifica la regla. Conozco gracias a Dios varias hermosisimas excepciones), son egocentricas. Vienen y te dicen 'pero cómo no me viste? cómo no ten diste cuenta de que fui a la peluqería a cortarme las puntas?' Se entiende, no? por espejo o por rechazo se van a identificar.
Es decir, a grandes rasgos, las mujeres andan por la vida luciendo un agujero, los hombres van por la vida tapándolo.
Y cuando pude vislumbrar esta diferencia vi que se trata de eso. Las mujeres manejabn sus autos como a la vida amorosa. No les importa mucho el que viene manejando detras, no miran la mayoría de las veces el espejo retrovisor y si ocurre un accidente es el otro el que ha tenido la culpa. Entienden??? no manejan mal, no les falta pericia en absoluto. Las mujeres son mucho más prácticas y resolutivas que cualquier tipo, eso está más que claro, es sólo que no se dan cuenta. Van por la calle como diciendo: 'es obvio que acá estoy yo'.
Estoy muy equivocado? Es probable.
Yo sé que muchas mujeres se me van a venir al humo, sé que se van a sentir agraviadas en su fuero más íntimo.
Yo sólo replico mi teoría por este medio por si otro, como yo, necesitaba una respuesta.
salú!

sábado, 21 de noviembre de 2009

Peor

Mi hermana estaba muy mal. Estaba muy triste porque se había separado de su marido. No podía más. Era una sombra, un despojo de sí misma.
- No podría ser peor, mi vida está toda al revés. De un momento a otro se fue todo a la mierda y no lo puedo soportar.
El marido de un día para otro le dijo que se quería rajar, que se había equivocado, que en realidad él no quería ser parte de esto de formar una familia y ponerse pantalones Légacy y vivir en un barrio cerrado y tener que cercar la pileta por los chicos, etc.
Es lógico, lo entiendo. Yo tampoco querría eso pero yo calculo que me hubiera ido antes.
Igual el tema era mi hermana que estaba triste.
- Nunca he estado tan mal. Me quiero morir... - decía en un suspiro, mirando la incesante lluvia por la ventana.
- Eso no es lo más triste - acoté.
Me miró descreída, casi con indiferencia.
- Lo más triste - seguí - es que se te va a pasar, vas a volver a la normalidad. Vas a conocer a otro ñato que se quiera casar y tener pibes, o vas a convertirte al punkismo y vas a salir a juntarte con otros que estén en igualdad de condiciones. No sé. Pero se te va a pasar.
Ella volvió a mirar a la ventana. Lloraba.
Tiempo después, unos cuantos meses, apareció en casa con un novio nuevo. Le brillaban los ojitos, estaba contenta, se le notaba.
No volvimos a hablar de eso, de su tristeza, de su recuperación. No tenía sentido. Incluso me parece que se olvidó.
Sin embargo yo me quedé rumiando, siempre me quedo rumiando con eso.
Me alegro por mi hermana, ella ahora está feliz, pero a mi me parece triste, la situación me parece triste porque no dejo de pensar que incluso de aquellas situaciones en las que creemos que no va a poder suceder nada más, incluso de los peores momentos, uno sale, sigue adelante e incluso se olvida, y disfruta. Y no puedo dejar de pensar, llámenme pesimista, dramático, en que al final nada de la vida, nada de nada, tenía tanto sentido.

viernes, 30 de octubre de 2009

Como la vida

Un día pensé en cortarme el pelo. Las mujeres, cuando queremos cambiar algo, cuando estamos cansadas de algo, cuando nos hinchamos las pelotas de forma suprahumana, empezamos por afuera, por algo accesorio. Yo ya lo hice, tengo la experiencia de cortarme el pelo y luego arrepentirme, no de forma dramática, pero sí arrepentirme. Entonces esta vez decidí cambiar algo de mi casa. Encontré una mesa que era ideal para tal efecto.
Entonces me la imaginé completamente diferente (como otrora mi pelo). Y en un arranque, un aluvión de actitud salí a comprar los elementos necesarios: pintura, aguarras, un pincel, una lija.
En mi cabeza iba performando mientras volvía a mi casa el trabajo final, iba a quedar increíble, iba a quedar maravillosa, una obra de arte.
Me fui a la terraza con la mesa para lijarla, tenía capas de barniz y cera de años a.
Me costó trabajo, hubo oscuridades que no pude sacar, hubieron puntos irremediables.
Finalmente no quedó blanquita, virgen, como me la imaginaba pero estaba lista para la primer mano de pintura.
Eso hice, bajé a casa, preparé los elementos, mezclé el sintético (rojo profundo) con un poquito de aguarras segun me había dicho mi papá y le entré a dar.
Ay Dios, qué desilusión. Quedaban unas vetas horribles, el color no era el que me habían mostrado en la pinturería, quedaba toda desprolija, la pintura que pretendí deslizar sobre la zonas oscuras parecía hacerme pito catalán.
En ese momento me arrepentí, pensé que me había mandado una flor de cagada. Arruiné mi mesa! La que uso para absolutamente todas mis actividades cotidianas!
La dejé secarse. Al otro día, desconfiada, un poco dolida, y todo le dí otra mano de pintura, con la misma fórmula que me dio mi papá. Mejoró pero nada. Un horror.
Ya desvastada, sabiéndome frustrada, sintiéndome una fucking arruinadora de mesas, igual opté por darme otra oportunidad.
Esta vez lo hice de otra forma, como a mi me parecía.
Le tuve que dar como cinco manos, pero finalmente quedó perfecta. No como me la imaginaba, no como la había visto en mi cabeza, quedó diferente, ni mejor ni peor, diferente.

Me vi entonces con las manos llenas de pintura, las uñas sucias, pero satisfecha, orgullosa.
Y vez concluida la tarea, viendo mi mesa nueva desde la distancia que da la objetividad (o al reves, es lo mismo) pensé en mi, en mi camino. En las veces en que estuve a esto de largar todo a la mierda y volver a ser secretaria, cara y cómoda, en las veces en que por llorar casi me muero, en aquellas situaciones en que lloré amargamente por el eje perdido.
No no. No es, ahora que lo veo, lo que yo esperaba. Es diferente, es mejor.
El futuro nunca es como uno se lo imaginaba. El camino, la forma de llegar a eso, tampoco.

viernes, 23 de octubre de 2009

Sin ánimo de herir susceptibilidades

He sido participada a numerosos nacimientos. He recibido invitaciones por todos los costados a darle la bienvenida al mundo a muchos minúsculos individuos a través de ventanas y camitas de acrílico transparente. He visto sus caras de desolación tratando de ver.
He visto.
Y nunca falta la que dice, y es reiterado, la que pregunta: 'Y vos, para cuándo?'
Mis respuestas han ido variando, a veces levanto los hombritos, a veces digo un chiste, a veces sólo me rio. Pero se quedan ahí, expectantes, esperando la respuesta cómplice, en sintonía.
- No sos tan joven - osan decirme - Cuando tu madre tenía tu edad vos ya tenías dos hermanos - insisten recalcitrantes.
Cuando dije entonces que no era mi intención tener hijos las opiniones estaban divididas en: 'Eso decís ahora' y 'Ya te van a dar ganas'. La división, como ven, es virtual.
Hasta que un día, presa del peso de mis pelotas, hastiada de las pelotudeces más totales y absolutas, harta ya de asistir a eventos ajenos en todo sentido, ante la miserable pregunta reaccioné: Es que dentro de 25 años el mundo va a estar lleno de fracasados, y no quiero ser artífice.
La que me preguntó le tapó los oídos al nene que llevaba a cuestas, mirándome como si hubiera degollado un pollito con los dientes. Y fui repudiada en silencio.
A partir de entonces no he sido invitada. Nunca más.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Subite a tu ilusion superesport

Lorena le dijo a su papá, médico neurocirujano prestigioso este, que quería ser antropóloga. O socióloga! porque quería ir por el mundo estudiando el comportamiento de las minorías ante el sonido de la participación de Iliana Calabró en cantando por un Sueño, la primer entrega del programa. Ella tenía una teoría y quería corroborarla. Por su puesto, el padre, cuyo padre era médico y el de su padre también, cuyos hijos, o sea los hermanos de Lorena, estaban estudiando en universidades extrangeras sus doctorados y sus maestrías, cuya esposa, la madre de Lorena, era una bióloga que venía investigando no sé qué para el premio Nobel de química y estaba en su etapa final, se opuso rotundamente a la loca idea de su benjamina.
- Ni loco te financio esa carrera de mierda. Vos vas a ser médica y punto. Olvidate.
- Bueno - dijo ella - No quiero que me la financies ni nada. Te estaba avisando nomás.
Lorena tuvo renunciar a la seguridad de papá y ponerse a laburar de de telemarketer, de recepcionista, de secretaria y cuidando viejos para poder estudiar. Y se recibió y se fue por el mundo a probar su hipótesis.
Claudia, por otro lado, más o menos por la misma época le dijo a su papá, contador él, quien le llevaba los números a los grandes empresarios de la época, amigo de senadores y diputados, que quería estudiar diseño de indumentaria y ponerse un pequeño local. Iba a tener la particularidad de que la tela iba a ser confeccionada por ella a partir de no sé qué línea ecológica.
- Estás loca. Estás delirando, se ve que tomaste pintura con el desayuno.
- Quiero estudiar diseño de indumentaria porque...
- Entonces olvidate de que yo te pase un peso, la vas a tener que hacer a pulmón, a tu pulmón, porque no estoy de acuerdo.
Claudia y Lorena habian sido compañeras de escuela. Cuando se cumplieron los diez años de egresadas y se organizó la mítica fiesta de reencuentro, Claudia fue en su auto último modelo. Tenía las uñas arregladas con francesitas y el pelo rubio y alisado de peluquería. Unas botas que no hablaban castellano y un celular de última tecnología que cuando sonaba tiraba papelitos de colores. Todo eso enmarcaba una cara de culo infernal.
Lorena, en cambio, apareció caminando porque la parada del bondi quedaba a unas cuadras del lugar pautado, sin tanto fileteo pero contenta. Su cara tenía alguna que otra arruga, más bien una marca, pero transmitía tranquilidad.Lorena contó que no le había sido facil en absoluto, que tuvo que elegir entre la comodidad económica y chata que le brindaba su padre a cambio de la medicina y sus suenos, que si bien no ha resultado su vida como lo imagino allá por su adolescencia, fue diferente pero mejor. Claudia no lo pudo soportar, se miró las unas, se paró y se fue.

jueves, 8 de octubre de 2009

Oído al pasar

Me contaron un chiste hace un tiempo, me lo mandaron por mail en realidad, un chiste con moraleja.
Se trataba, en breves palabras, de un tipo al cual los mafiosos del barrio lo capturan por alguna deuda y lo mandan con el torturador de turno, con una consigna: 'Chino (el torturador se llamaba Chino) este es Juan. Nos debe plata y se está haciendo el boludo'
'Bueno -
dice Chino - lo voy a dejar en este rincón y cuando me desocupe le voy a dar masa con esta zanahoria que tengo preparada para estos casos' dijo, mostrando un tubérculo inusualmente grande.
Juan se puso blanco y no pudo emitir sonido. Quería pedir clemencia, rogar por que le cambian el desdichado castigo que le iba a arruinar la dignidad y la vida. Que fueran piadosos. Y cuando estuvo por hacerlo traen a otro:
Chino - de nuevo - este es Carlos. Está casado con la hermana del jefe y anoche lo encontraron con una trola'
'Bueno - dijo Chino tranquilamente - a Carlos le voy a cortar las pelotas en juliana y voy a hacerle un omelet, para que él mismo se la coma'
Cuando Carlos se pone a llorar, cagado hasta las patas porque el Chino no jodía, entran con otro más, al que le faltaban los dientes y tenía los ojos en compota. 'Chino - dice su Virgilio - Este es Miguel, se quiso hacer el vivo con la hija del jefe. Ya lo estuvimos ablandando con los muchachos. Te lo dejo para que lo termines'
Y el Chino la remató: 'no te preocupes, cuando termino con el omelet le corto la lengua y se la coso al pito con una aguja caliente y oxidada, para que no hable más boludeces'.
Cuando se va y se quedan los tres con el Chino, Juan, el primero de todos, finalmente recobra la vos y dice: 'Chino, acordate que yo soy el de la zanahoria...'
La moraleja a simple vista es una: No te quejes tanto, lo que te pasa a vos no es tan malo, o cosas así.
Sin embargo hay otra mucho más realista y más aplicable. Que es transtemporal, es como una reflexion dantesca, Shakesperiana: Siempre se puede estar peor, y vale la pena, solo eso, vivir para verlo.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Sin morir en el intento

Estaba en una sala de espera. Estaba leyendo un libro mientras tanto y antes de que me llamaran alcancé a leer una frase, una declaración, una revelación que me pareció fabulosa. Marqué la hoja y lo cerré porque era mi turno, me estaban llamando.
Me senté de este lado del escritorio en su consultorio, el que está de frente a los diplomas, y cuando me disponía a contarle por qué estaba ahí empezó a hablar él.
Me contó, con esa alteración que no te agita sino que te entristece, que días atrás le había llegado una multa de un auto que había vendido hacia 12 años atrás, y que en el Registro Automotor le habían dicho que el cambio de titular se había traspapelado y que por eso la multa le había llegado a él. Entonces había ido al organismo estatal que regula eso, y desde el Estado estaba todo bien, todo en regla, pero el asunto era en el de la Provincia. Allí estaba el quilombo.
Entonces allí se dirigió y la empleada que lo estaba atendiendo de pronto desapareció (con su DNI) y al rato, como a los 20’ alguien se dignó a decirle que Marta (tal era su nombre) estaba en la cocina comiéndose un sanguche de mortadela y queso sardo, que la espere. Y que cuando apareció al rato, al grito de ‘Quien sigue?’ le dijo que tiene que mandar un fax a no se donde, porque allí no podían hacer nada sin autorización de Juan Pelotudo.
Y así seguía la lista de quehaceres, había caído en el círculo vicioso del tramiterío burocrático, un espeluznante cuento de la Buena Pipa que no lo llevaría a ningún lado.
Y que mientras estaba haciendo, para colmo, una de las colas infernales le habían choreado la billetera que adentro tenía, además de la CI, la tarjeta de crédito y la de la prepaga y de orto no tenía el carnet de conducir porque sinó se hubiera tirado a las vías del tren.
Yo lo miraba y no decía nada.
- Bueno, vayamos a lo nuestro. Qué te anda pasando?
Lo mío era una boludez, una receta para una crema para la cara y listo.
Me la dio y me fui.
Curiosamente, el libro que habia estado leyendo antes decía (sobre un sujeto que tenía ciertas actitudes autodestructivas, por supuesto que a propósito, y había tenido recientemente un accidente con una pistola)

“Ciertas cosas nunca se llegan a saber del todo. Morir no me dio miedo. Lo difícil es vivir”

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Ser o no ser

Estaba hablando con una amiga que habia ido hacia muy poco a Miami. (lo que hacemos las mujeres: ver fotos, ver qué compró, contar pormenores y pormayores, etc)
Hace unos años atrás me fui a Europa – le dije - Anduve por algunos lugares, todo increíble. Hubo algo que me atrapó que aun no sé qué fue. Algo como en el ambiente, en el aire...
- Argentinos. – me dijo tranquilamente ella.- Allá por las Europas no hay argentinos, No en cantidad, no en exceso como en Miami.Son fácilmente distinguibles, más allá del idioma:
- Cuando en la playa alguno o alguna estaba observando al de al lado, a modo de scanner, de forma exhaustiva.
- Cuando en el medio del mar (A los 20 metros de la playa el agua, tibia y verde agua y transparente como la gelatina, te llega hasta el cuello) hay dos tipos comparando patrimonios (o el tamaño de sus chotas, pero queda mal decirlo)
- Cuando entran y/o salen de AïX en malón llenos de bolsas, o vuelven locos a los vendedores que humildemente ponen la otra mejilla.
- Cuando en la playa se ve un contingente de personas, con sombrilla multicolor, entre 7 y 23 reposeras, 2 o 3 heladeras portátiles, mucha basura alrededor.
- Cuando un auto excede la velocidad y no para en ningún estridente cartel de ‘STOP’ a grito de ‘A mi los canas no me van a parar, yo manejo mejor que todos estos’
- Cuando en el aire se oye una histriónica y absurda queja.
Estuve con uno que me dijo: ‘Ocean Drive (que es una calle turística, un estilo Recoleta, llena de bares y restaurancitos) no da. Allí va todo el mundo. Nosotros no vamos ahí. A nosotros nos parece grasa. Nosotros, los argentinos, somos selectos, diferentes’.
Otro, que era una queja cadente y sin sentido, sin acentos, sin puntuación, dijo: Estos yanquis de mierda no tienen idea, son unos bobos. No saben cómo numerar las calles. Por eso me pierdo. Por qué no lo hacen como Punta del Este? (la meca de varios)
Y a todo esto, frente a nosotros se explayaba un mar cristalino y tibio, sereno como un sueño que te transporta a tu propio paraíso. La temperatura perfecta, las latinas en microtangas, todos sin prejuicio alguno disfrutando de lo que quedaba antes de que venga el huracán Erica, de que empiecen las clases.
Todo el tiempo un avión al menos surcaba el cielo. El aire era caliente pero limpio, no había bocinazos. No tenía otra preocupación que esperar que el día esté lindo para salir al ruedo – dijo, mientras elegía una factura del plato.
- Allí fue que descubrí la razón de ser de los chistes sobre argentinos – prosiguió – y te da un poco de bronca, o vergüenza. Y sin embargo al día 7 empecé a extrañar la contaminación sonora, los apretados viajes en bondi. La voz de Tinelli saludando a Latinoamérica, el chino de enfrente borrando la fecha de vencimiento de los yogures, Radio 10, mi casa, mis deudas. La extrema represión polite me estaba hartando, no escuchaba puteadas, no escuchaba gritos. Todo era tan correcto cuando estaba fuera de los círculos mencionados que aburría... Extrañaba Argentina.
Yo la miraba, no decía nada, simplemente afirmaba con la cabeza por hacer algo.
- Ojo – retomó luego de sacarse con la lengua el dulce de leche que le había quedado en una de las comisuras de los labios – no es una queja, eh? Es pura observación.
Y tragó.
Argentino se nace, no se hace.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Regla de tres inversa

Una amiga me contaba que el novio de fue a NY y le trajo regalos. Me dijo que el que más le gustó fue una bikini preciosa de Victoria's secret.
- La parte de arriba - me dijo- el corpiño, es hermoso, (o 'Bra', como dicen los norteamericanos) es divino y me queda que es una maravilla. Me siento la Coca en 'Carne', soy una diosa entre salvaje y casta, cuando me pongo ese bra me siento en parte Atenea y en parte Afrodita, una teta de cada una de ellas, uf, suspiro de la emoción. Pero la parte de abajo...
- La tanga... - me adelanto.
- Justamente, no tiene nada que ver con una tanga. Se parece a las bombachas de latex que me ponia mi madre cuando era chica. Un horror. Se debe parecer a las que usa la Coca pero ahora - Dijo compungida.
En nuestro continente el tamaño de la bombacha de los trajes de baño son un indicador de cultura y desarrollo- pensé -. Es evidente que mientras más abajo estemos en la Tabla de Desarrollo (o subdesarrollo, como dicen ellos) más chiquita es la tanga. En Mar del Plata me he encontrado con mujeres que cada tanto se miran la chaucha para serciorarse de que aun está ahi, de que está puesta, es tan chiquitita que se confunde con un alga marina, con un filamento de aguaviva.
En el Caribe las hijas de puta ya no se preocupan por usarlas, directamente salen a airear el asunto sin culpa.
La única excepción a la regla creo que es Brasil, cuyas nativas, no sé si por subir los morros, por bailar a cualquier hora del día o por lo que comen, tienen un culo tallado hecho por un ebanista de larga trayectoria, que brilla al sol (el culo, no el ebanista) y sonríe a cualquiera que se atreva a mirarlo (puede ser que nunca se recupere uno de eso). Digo excepción porque ese país, eternamente contento, ha escalado algunos puestos de la Tabla sin agrandar la prenda. Será que ya estaba instalado y con el pasado no hay nada que hacer.
En fin. Supongo que es eso, porque no hay un culo al aire libre en las playas norteamericanas ni de casualidad (hablo de las americanas per se) exeptuando en las revistas porno, que son consideradas una aberración por los gringos de las elites más polites.
- Debe ser eso - pensé en voz alta.
- Voy a mandar a arreglar esa parte. A la vuelta de casa hay una señora que lo hace. Sí, voy a hacer eso - Dijo, desconcentrándome.

miércoles, 26 de agosto de 2009

jueves, 20 de agosto de 2009

Como un rayo de Zeus

Una noche salí de trabajar.
Iba yo quejándome compungidísima, sintiéndome abandonada por la gracia divina, sintiendo piedad por mí. Ay, qué de cosas me pasan! - iba pensando.
En eso, a mitad de cuadra, una señora mayor, la prototípica abuela de batón, bolsa rayada de lona para el supermercado y pelo blanco, la personificación de la bondad, me detiene diciéndome:
- Querida, me ayudas a llegar a la esquina?
- Claro - y le puse el brazo en jarro, alguna vez escuché que hay que hacer eso.
- Gracias - me dice - es que no puedo caminar bien. Tengo artrosis y estas veredas de acá están tan rotas que tengo miedo de caerme.
La acompañé hasta la esquina.
A esa altura ya me había distraido de mi calvario imaginario. Me había sacado de todas mis cuestiones.
llegamos hasta la esquina.
- Gracias querida, muchas gracias.
- Quiere que la acompañe a cruzar la calle?
- No, gracias nena, no te quiero molestar más. Eso lo puedo hacer. Lo de la vereda me da un poco de miedo. Yo estoy sola y los mandados tengo que hacerlos igual. El único hijo que tenía murió, falleció por culpa del cigarrillo hace un mes, y me quedé sola.
Me saludó, me sonrió y se fue.
Yo no me podía mover. El corazón se me detuvo y no pude decirle absolutamente nada. Solamente le di un beso, la abracé un poco y la dejé ir aunque no quería, quería que se quedara ahí. Me sentí una conchuda, me sentí una caprichosa y caí en la cuenta de que estaba navegando en una absoluta pelotudez.
Esa escena fue, asumo, una intervención divina. Lisa y llanamente el universo vino y me pegó una patada en el culo tal que aún hoy me zumba el alma.
Tomá - es como si me hubiera dicho - para que aprendas. Sé más humilde y nuca más pierdas el foco.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Efecto mariposa

Resulta que yo vivía en una casa hermosa en las afueras del pueblo. Tenía un jardín amplísimo en el frente y una huertita, modesta y suficiente, atrás (si es que hay delante y detrás en las casas de las afueras del pueblo).
Mucho verde, muchos árboles, plantas de todo tipo.
Resulta también que yo tenía un novio y, después de un tiempo, decidimos vivir juntos y optamos por mi casa porque era mucho más cómoda y más apacible que su departamento chico y oscuro en la ciudad.
Todo muy bien, todo muy lindo hasta que surgió el primer asunto inherente a la convivencia, una diferencia. Él era medio fóbico con los sapos. Obviamente mis jardines estaban llenos, mucho verde, el monte, la humedad... se me pegaban como bicho al foco. A mi no me molestaban en absoluto, al contrario. En el atardecer el croar de esos bichos son una suerte de feng shui natural. Ni hablar en la primavera, cuando a eso de las 19.30, 20 salía a la hamaca que tengo al lado de la puerta de entrada con mi campari con jugo de naranja y mi puchito... una delicia.
Pero bueno, todas las tardes era una lucha por los pobres bichos hasta que, hinchada las pelotas cedí y y determinamos fulminarlos como si fueran una plaga.
Honestamente no podía escuchar más que me dijera que era una mala mujer por preferir a los sapos antes que a él, porque su salud mental era mucho más importante que cualquier cosa, incluso que yo. Que él había decidido mudarse conmigo dando así el paso más importante y determinante de su vida y que no podía admitir que yo lo tratara de esa manera, yo era una egoísta de mierda. Que bueno, que haga lo que quiera, que él iba a esperar hasta que no soportara más esa vida miserable y se iría, porque estaba cansado de hacer tanto por mi y yo...
Al día siguiente salimos a liquidarlos, no quedó ni uno.
Y finalmente la paz reinó en el hogar.
Hete aquí que a los poquitos días las cosas se pusieron para la mierda. Los tomates de la huertita se empezaron a poner feos, estaban como enfermos. El árbol de quinotos se me enmoheció todo, creo que eran hongos. De la huerta salvé menos de la mitad. Del jardín casi nada, una desgracia total. Qué escenario de mierda!
No me daban las manos para remover la tierra, cambiar de lugar. Me gasté un montón de guita en productos, tuve que contratar un jardinero que me peló el orto de lo que me salió. El motivo fue preciso: saqué los sapos y el equilibrio desapareció. Los batracios son una suerte de flit natural (tienen varias utilidades) y, al sacarlos, yo misma cavé su propia tumba.
Finalmente mi novio también se terminó yendo. Se cansó de que yo me dedicara con ahinco al jardín y a la huertita (más que a él) y, además, yo no paraba de echarle la culpa.
Pasado un tiempo recobré el equilibrio. De alguna manera los sapos volvieron y así el jardín (recuperé algunas plantitas, puse unas nuevas) y la huertita.
Y ahora, desde mi hamaca, viendo el atardecer y oyendo con alegría a los sapos croar me he puesto a reflexionar sobre el asunto.
En primer lugar, cuando la demanda es sin sentido no hay que hacer nada, porque en realidad no hay poronga que venga bien.
En segundo lugar, cuando una cede sin convencimiento, cuando uno llega a ese punto de inflexión ya no hay retorno, las cosas están destinadas al fracaso.
Y tercero, y en relación con lo anterior, no existen acciones sin consecuencias.
En este caso fue la decadencia de mi jardín y mi huertita, pero podría haber sido alguien, podría haber herido a alguien gratuitamente.
Hay que ser infinitamente cuidadoso. Cuando uno pone en algun lado mucho, es porque está sacando en igual cantidad de otro lado.
Eso es, precisamente, lo que no es gratis. Además, nada vuelve a ser exactamente igual que antes.
Me voy a preparar mi campari con jugo de naranja (que ya no acompaño con el pucho).
Cheers.

Pd: gracias, mil gracias a mis sapos que volvieron y me ayudaron a recomponer el jardín.

viernes, 7 de agosto de 2009

Filosofía

Agarrá un elefante. De chiquitito agarralo y atalo a una estaca más fuerte que él. Dejalo solo y esperá, vas a ver que en algún momento la pobre criatura empieza a tironear. Tironea una vez y se va a poner todo colorado y va a transpirar, hasta va a poner caras pero no va a desatarse.
Lo intentará una segunda vez, esta vez con más fuerza, más ahínco. Vos vas a ver que el infeliz está dejando el alma en ese esfuerzo y sin embargo seguirá sin poder. No va a haber una tercera vez porque no lo va a intentar más. En lugar de eso se va a tirar al piso y dormir.
Y si tenés la posibilidad y el corazón de dejarlo atado allí hasta que crezca, hasta que triplique, no, cuadriplique su tamaño y peso vas a notar que el animal de una patadita tiraría a la mierda la estaca y se iría a salticar por los valles y sin embargo no lo intenta siquiera porque cuando era chiquitito lo intentó y fracasó.
Ese es su registro, que no va a poder.
En cambio, nosotros, los pobres diablos, lo que entendemos de la inexorabilidad de la muerte y la padecemos, por lo general tenemos la cabeza más dura. Avanzamos.
Seguimos. Hacemos las cosas mil veces.
Gracias a Dios y lamentablemente lo seguimos intentando.
Es como dice el filósofo: sólo el hombre muere, el animal termina.
Igual, lo que te qiero decir es otra cosa, dejá el elefante y escuchame.
Ya intentamos, ya tratamos mil veces y salió mal.
Andate, plis.

sábado, 1 de agosto de 2009

Humano, demasiado humano.

Dicen, tengo entendido que los bichos, los animalitos, nunca cometen el mismo error. Es decir, si viene un gato y escarba en un enchufe y le da una patada que lo tira al otro lado del comedor y con los pelos erizados durante los siguientes tres días ni en pedo en su puta vida vuelve a meter sus garras en ese fatidico lugar.
En cambio yo (uno y todos) funciono a quejas. Todos los putos días voy a esa oficina de mierda, me siento en el escritorio del box que dice Ejecutivo de cuentas premiun y me dan ganas de bajarle los dientes al Gerente, que es Brad Pit y tiene 20 años menos que yo y está nuevo y tiene mucho muchísimo pelo y cada tanto aparece con la resaca después de la mejor noche del mundo, y tambien de cagar a trompadas al banana de al lago, el Oficial de tarjetas Gold porque es un reverendo pelotudo y no hace más que hablar del tamaño de su chota, y de violar a la maldita recepcionista que tiene un novio que podría ser mi hijo que la viene a buscar en una Hilux patente IDM. Forro.
La paso mal, realmente mal, y cuando cobro me quiero pegar un tiro en cada pelota.
Todos los días me frustro como un hijo de puta y me imagino escenarios maravillosos. Otra vida mejor.
Sin embargo cada noche preparo sobre la silla que hay al lado de mi cama el traje y la camisa para la mañana siguiente.
Dicen que una de las definiciones de locura es hacer siempre lo mismo esperando un resultado diferente. Lamentablemente es también una de las definiciones de Humano.

lunes, 20 de julio de 2009

Una historia violenta

Yo era un trapito. No de esos que te esperaban a la salida de un restaurante en Palermo o las Cañitas, no no, yo era un trapito con más categoría. Tenía uniforme, por ejemplo. Trabajaba de día y me pagaban un sueldo en blanco, no dependía de la cantidad de clientes. Mi trabajo era en una cochera.
Empecé hace un tiempo, no mucho. Había conseguido el trabajo a través del diario. El aviso decía: ‘Importante empresa solicita promotora con muchas ganas de trabajar, buen ambiente laboral. Se requiere buena presencia y actitud proactiva. Para zona centro de lu a vi de 8 a 14 hs.’
Buenísimo, pensé. Yo había sido promotora pero en supermercados, y es un laburo bastante hostigante porque son muchas horas y por lo general es durante el fin de semana, y temporal. En cambio en ese caso me ofrecían una garantía, un trabajo a tiempo indeterminado. Me presenté. Se trataba de un estacionamiento al aire libre en el centro. Mi tarea era atraer a los conductores para que estacionen ahí y no en otro lugar. Me llamó la atención que necesitaran alguien para que atrajera clientes ya que, hasta donde sabía o creía, todos los que iban al centro en auto los dejaban en un estacionamiento, por ende, se vendían solos. Parece, según me dijo el que me hizo la ‘entrevista’ que con la crisis había bajado la demanda porque muchos ya optaban por el bondi o el tren, que era por eso, y que surtía buen efecto que haya una persona haciendo señas como invitando al conductor a utilizar las instalaciones.
A siguiente lunes empecé. Llegué y me dieron el uniforme: una calza blanca, una remera roja y blanca que de más está decir que no me tapaba el ojete ni de casualidad (a juzgar por la calidad de la lycra además del uso, la calza tampoco) una gorra con visera sucia, con resto de transpiraciones viejas y ajenas y una campera rompevientos roja con el interior plateado, con el logo de la ‘empresa’ bordado sobre el corazón y en la espalda, de un blanco que ha sabido ser glorioso en algún tiempo muy anterior y que ahora estaba un poco deshilachado. Era un conjunto triste. Cuando me lo puse el alma se me contrajo como una pasa de uva. Pero como la necesidad tiene cara de hereje puse cara de circunstancia y me aboqué a mis tareas con esmero.
Un día se acercó un señor, un tipo notablemente sumido en una suerte de depresión y desesperanza, con algo de rabia también.. Se acercó hasta mí, me miró y se rió, pero no fue una risa burlona, fue una risa más bien cómplice, con un dejo de ternura y todo. Me dijo:
- Durante mucho tiempo fui encargado de depósito de una multinacional. Era realmente bueno, me sentía útil. Tenía mucha gente a cargo, mi área era organizada, puntillosa. Quince años estuve ahí, eh? Porque salí a trabajar de muy pendejo yo. Quince años. No estudié. Terminé el secundario y me metí a laburar ahí nomás. Ahora no. Me despidieron hace poco. Me reemplazaron por una computadora. Encantado, me llamo Sergio – y mientras decía todo esto anotaba algo en un papelito. Cuando me lo dio tenía anotado un teléfono.
Siguió su camino y lo perdí de vista. No le di mayor importancia hasta que un par de meses después volví a pensar en él cuando el que era mi jefe me anotició de mi despido. Habían comprado uno de esos muñecos que son mantenido erguidos y en movimiento por una máquina en la base que tira aire. Claramente, por más esmero que yo le pusiera, no iba a lograr nunca moverme de esa manera. Antes de dejar el uniforme saqué el teléfono de Sergio del bolsillo. De casualidad no lo tiré. Cosas del destino.
Hoy Sergio y yo estamos juntos, en definitiva los dos habíamos pasado por lo mismo.

No nos une el amor, sino el espanto.

lunes, 13 de julio de 2009

Ordalías posmodernas

En una reunión una señora dijo sin ninguna muestra de emoción o angustia, sin siquiera acompañarlo de una puteadita:
- Me robaron el auto – Lo juro, hablaba como si se estuviera refiriendo a la novela de las tres - Se llevaron el auto con el que mi marido trabajaba, porque él es remisero.
- Estaba asegurado?
- Sí, sí – dijo, sin una mueca de nada.
- Menos mal...
- Sí, la verdad...
- Porque yo conozco a más de uno al que le llevaron el auto y no estaba aun asegurado.
- Igual, la verdad, es que si me lo robaron es porque no tenía que ser. Por algo pasan las cosas.
Lo más absurdo (parecía una película de Lynch) fue que inmediatamente después y no recuerdo, ni quiero recordar, por cual conexión se llegó a ello, terminamos hablando de una película argentina, que es una suerte de documental, donde varios pibes (y no tan pibes) con ‘capacidades diferentes’ (prefiero decir con ‘discapacidad motriz’, pero no quiero herir susceptibilidades) nos dan a conocer sus virtudes. Muchos de ellos premiados mundialmente más allá del marco morboso. Una piba sin brazos pintaba que no se podía creer. Había que verla delinearse los ojos con los dedos de los pies. Un pibe que no tiene extremidades hacía otro tanto (no lo de los ojos, lo otro) Otro, que en sus años mozos había sabido competir en clavado artístico y quedó cuadripléjico luego de un accidente, se desenvuelve notablemente en una actividad que más de uno no sabría encarar (no puedo recordad cual, no viene al caso).
La ordalía era una institución jurídica que se practicó hasta finales de la Edad media en Europa.
Su origen se remonta a costumbres paganas. Mediante ella se dictaminaba, atendiendo a supuestos mandatos divinos, la inocencia o culpabilidad de una persona o cosa (Libros, obras de arte, etcétera) acusada de pecar o de quebrantar las normas jurídicas.
Consistía en pruebas de rigor, particularmente rudas (caminar sobre brazas encendidas, soportar bajas temperaturas sin abrigo, sacarle la blackberry al jefe y no dársela por dos meses, etc). Si alguien sobrevivía o no resultaba demasiado dañado, se entendía que Dios había intervenido y lo consideraba inocente. Por tanto no debía recibir castigo alguno.
Más acá en el tiempo solía tener discusiones de corte existencialista con mi abuela sobre la existencia o no del destino como algo escrito, predeterminado.
La verdad es que es la reunión me dieron ganas de levantarme y a viva voz decir: ‘Por algo será’? Pero vos sos pelotuda o te hacés? Vos realmente pensás que se chorearon tu auto con un fin divino y no para vender los repuestos en la Warnes? No vas a hacer nada? No vas a putiar por el amor de Dios y la virgen que llora fernet?! No se te ocurre que con ese criterio los pibes de esa película tendrían que haber sido ahogados en un fuenton de lata o arrojados desde el monte Taigeto?!

No se lo dije. Tengo tanta crueldad como desconsideración.
No me voy a poner a hacer apología de la virtud de los que menos tienen. No me interesa ver el documental ni me voy a poner la camiseta de nadie. Tengo cauterizadas algunas terminaciones nerviosas de la parte sensibloide de mi corteza. No me importa, en serio. Me molestó otra cosa.
Quedó ahí flotando, en esa habitación, una suerte de frustración mezclada con la indiferencia de los que se toman las cosas como si fueran ajenas.
Porque es más fácil.
Otra vez, como el diablo, la cobardía metió la cola.

lunes, 6 de julio de 2009

93

Estaba en la parada de colectivo. Había un señor con pinta de abatido, pero a las 19 hs, en la parada de colectivo, raro sería que encontrara lo contrario.
Era lunes, medio lloviznaba. El señor estaba incómodo, mas bien fastidioso, de lo cual deduje que hacía ya varios minutos que estaba esperando. Tendría unos 50 años.
Pasaron varios minutos más y ni de lejos se veía el 93. Éramos los únicos dos en la parada.
De repente se pone a llorar. Baja la vista, rinde los hombros y llora, llora como un chico. Yo me quedé pasmada mirándolo. Él levanta la vista, me mira fijo y me dice:
- Querés saber por qué lloro, no?
Sin darme tiempo para responder (no se me hubiera ocurrido hacerlo tampoco) me dijo
- El cuerpo humano es una máquina perfecta. Funciona, es un sistema sabio. Las cosas ocurren sistemáticamente. Cuando está sano funciona y es una maravilla. Yo soy neurocirujano, tengo muchos años de trayectoria, he sido un estudiante precoz y a los 20 años estaba ya dando clases en Chicago de donde me volví, a pesar de que me ofrecían el oro y el moro para que me quede porque quería trabajar para mi país, que bastante vapuleada tiene ya la salud pública. Yo trabajo en un hospital público. Atiendo el funcionamiento de todo esto (dijo, señalándose el cuerpo) desde la mismísima cocina puesto que el cerebro es donde todo se gesta. Yo abro las cabezas de mis pacientes como si fueran melones. Miles de cabezas pasaron por estas manos. He descubierto, he visto más de una vez lo que nadie había visto antes y he solucionado problemas que de no ser por mi no hubieran encotrado otra salida que la muerte, la luz al final del tunel.
Soy reconocido en todos lados, he escrito muchos libros, he sido expositor de congresos de convocatoria mundial, realmente soy bueno. Cuando entro al quirófano soy Dios. Tengo el pulso de un muerto y la precisión de ninguno, ya que un margen de error en mi trabajo sería dejar al tipo, allí en la camilla, sin algunas de sus funciones superiores, o inerte. Por eso yo soy Dios en el quirófano, yo digito su presente y su futuro, de mi dependen.
Pero acá estoy. Hace 30 minutos que estoy esperando este colectivo de mierda hijo de una gran puta, porque se me rompió el auto y no puedo sacarlo de la cochera, el ACA tardaría una eternidad y con este clima del orto no hay un putísimo taxi hasta al menos dentro de dos horas. Y cuando llegue a casa mi mujer, a quien no soporto desde que la más chica se fue a vivir sola porque es como tener un pájaro carpintero en las pelotas, me va a empezar a pedir explicaciones porque llega tarde a su clase de pilates, que empezó hace 5 minutos, embutida en su maya porque la muy turra no es capaz de ir sola. Imaginate cuando me vea llegar sin el auto.
Vos me entendés, no?
He tenido vidas bajo mi tutela hasta hace 45 minutos, menos la mia, y ahora dependo de un fucking colectivero.
Andate cuando puedas, querida. Este país se hunde por el peso de nuestras propias pelotas.

lunes, 29 de junio de 2009

Corazon valiente

Fui a ver una obra de teatro. En ella, ya al final, el protagonista muy angustiado le dice a la protagonista que no puede, que abandona el ring, que la ama desesperadamente pero que no es lo suficientemente valiente como para sostenerlo porque eso significa cargar con un peso considerable.
Al día siguiente agarré en la tele el descenlace de una película, muy conocida, en la que en el juicio al protagonista (Mel Gibson), un guerrero escocés devenido héroe, le ofrecían una muerte pacífia y rápida a cambio de rendirse y que de no hacerlo sufriría una tortura lenta y dolorosa. A diferencia del primero, él no se rindió.
Ambas historias son completamente diferentes salvo por un detalle: el dilema ético. Uno debe decidir morir con dignidad o morir con facilidad. El otro, bancarse o no la peluza de ese enorme durazno. En ambos escenarios se juega algo de la muerte.
Eventos de estas magnitudes se nos cruzan todo el tiempo, nadie va a morir en el patíbulo a esta altura, claro está, pero cuando sucede nada de lo que venga después vuelve a ser lo mismo porque uno no vuelve a ser el mismo nunca más.
Dicen que ser adulto es hacerse cargo de las consecuencias de sus actos. Yo agrego que las elecciones que llevan a esos actos nos vuelve, además, dignos.
y no todos somos dignos.
La valentía no es para cualquiera.

martes, 23 de junio de 2009

'Corre' dijo la tortuga

Seee, seee, que la crisis la paguen los capitalistas! - Me dijo un compañero de trabajo mientras se estaba haciendo traer de EEUU, libre de impuestos, una cámara de última generación para poder fotografiar sus vacaciones en el sur.
Todos los hombres son iguales - Le dijo Soñia al amigo de su marido, vistiéndose, antes de que éste último llegara.
Qué barbaridad este país! así no vamos para ningún lado! - dijo un indignado empresario cuando vio que Pati se postulaba para candidato en las próximas elecciones, saliendo con su auto importado de un estacionamiento para discapacitados.
A vos te parece? Es una boludez lo de las candidaturas testimoniales - se quejó Santiago, un ñoqui de la legislatura, cuando el último día hábil fue a cobrar su cheque.
Estos son todos una manga de hijos de puta. Piden y piden y no dan nada a cambio. - dijo José pasando en rojo.
Hay que cuidar el cuerpo porque es el que te acompaña toda la vida - Dijo Mariela ofreciendo un té verde, luego de atracarse con una milanesa a caballo con papas fritas.
No hay nada que odie más que me mientan - Dijo Hernán, haciendo trampa al solitario.
Yo puedo dejar de fumar cuando quiera - Dijo Natalia prendiendo el anteúltimo pucho de su segundo atado de cigarrillo del día.
Los hombres ulimamente están hechos unos cerdos, no te toman en serio. Son unos histéricos!- Dijo mi vecina, bailarina de cabarulo de rioba, sacándose purpurina de su artificial escote.
Podría seguir, in eternum podría seguir.
Te dije que no me gusta, que me estoy cuidando. Pero podrías pasarme igual las papas fritas por favor? No me pongas esa cara, dale.

sábado, 13 de junio de 2009

Motivos posibles

A raíz de una publicidad gráfica se generó un debate sobre cuestiones filosóficas y existencialistas en relación al contenido de la misma.
En la gigantografía, que actualmente abarca gran parte del local ubicado en la esquina neurálgica de Av. Corrientes y Av. Pueyrredón, se ve una reconocida señora sentada leyendo un libro, que reposa en su regazo, haciendo un gesto particular como si estuviera diciendo lo que está escrito en la publicidad. Básicamente dice que se pueden vender joyas allí, que la retribución económica es buena, etc.
El debate mencionado anteriormente tiene que ver con un detalle que a simple vista es accesorio y que, por lo visto, para estos intelectuales de largas barbas y olor a tabaco negro no lo es: el libro que lee esta buena señora.
Es un pituco y grueso volumen cuyos cantos están deliciosamente adornados con arabescos que le dan un aspecto de solemne antiguedad y valor.
En las páginas se ve que el texto está dividido en dos columnas y el tamaño de la letra es minúsculo. Todo sugiere que se trata de un texto sagrado/religioso.
Ante eso, uno de los intelectuales dijo: Claramente se trata de un ataque hacia la sociedad judía. Todos sabemos que en ese barrio abundan. Es un mensaje subliminal que dice 'véndanme sus joyas a mi que soy cristiano' Ronda sobre el poder económico que siempre le fue inherente a esa colectividad. Además es un rotundo mensaje racista.
Otro continuó: Además están avalando mediante un texto sagrado el acto de comprar y vender. Es harto conocida la historia de Jesús en el templo, cuando echó a patadas en el culo a los comerciantes que lucraban dentro y en los alrededores del templo, que vendían los terneros para sacrificar en el altar. Ubicando una biblia en la escena el cristiano promedio obtiene una garantía de la buena fe de su acción de vender sus joyas.
Otra agregó: Coincido totalmente. Por otra parte, más allá del manejo religioso, más allá del aval de la religión que mencionaba el compañero, el asunto toca una arteria del orden de lo social. Ante la crisis actual las familias tradicionales que se vieron afectadas en su economía sienten que es un vejamen, que es una traición a su dignidad salir a vender sus joyas porque éstas conforman el tesoro que sirve de insigna de clase. Eso supone rebajarse. Por lo general las clases patricias de Buenos Aires prefieren pasar hambre antes de sacarse el disfraz de gente bien. Esta señora, conocida actriz, muy pituca, se presenta aquí otorgando permiso, la posibilidad de hacerlo despojando de prejuicios al intercambio monetario. Es como si dijera: 'Yo, que he leído la biblia, que soy una agradable señora de sociedad, les abro el juego comercial sin que eso represente perjurio a su lugar social'
Y así, el debate se hizo muy extenso. Fue publicado en la revista de tirada mensual 'Filosofía sin filtros ni boquillas', en el número 104, ocupando las dos carillas centrales.
También será tema de discusión en las charlas 'Cafés filosóficos' de Buenos Aires, durante los meses de julio y agosto de este año, en bares selectos de los barrios de Almagro y Palermo (Consultar programa en http://www.filosofiadegomayzapatosbaratos.net/)
El punto es que cuando le preguntaron a la actriz por qué estaba leyendo ese libro, por qué esa postura, respondió: Estoy demasiado vieja para estar parada, uso bastón, pero aun soy demasiado coqueta como para mostrarlo. El libro? ah, sí, es que se me cayó café en la pollera y había que taparlo. No recuerdo qué era.
En relación a su participación, por qué ella, dijo: es que el señor, el dueño del local es mi vecino. Vive abajo de mi casa y le di una mano porque no tenía un mango. Como su hija me cuida el gato cuando me tengo que ir a grabar o viajo a Uruguay, le devolví el favor. Además lo aprecio mucho.
No todo tiene que tener un porqué, entendés?
Yo sé que te recibiste de psicóloga hace dos meses, que querés estudiar sociología en la UBA y todo, pero te juro, a veces las cosas son simples. La mayoría de las veces. No me compré grande el calzoncillo a propósito ni inconcientemente, estaba de viaje y era el único talle que quedaba.
En serio, te lo juro. No me rompás más las pelotas.

viernes, 12 de junio de 2009

Oportunidades

Estaba en el hospital el otro día, estaba visitando a una persona que estaba allí internada. La persona de la cama de al lado tuvo un crisis, empeoró de golpe, vinieron las enfermeras, los médicos, etc. Me sacaron afuera de la habitación para tener más espacio. Hicieron el debido trabajo de resucitación con irrelevante éxito. Irrelevante porque se dejó morir.
No es romanticismo. Sucedió y listo. Cuando se reestablecieron sus signos vitales, cuando todos volvimos a escuchar el pip interminente, él, era un hombre, un muchacho en realidad porque era joven, abrió los ojos, nos miró a todos, se miró a si mismo, soltó un par de lagrimas y cerró los ojos.
Y murió.
Luego de ese momento en que decidió cerrar los ojos salí de ahí porque no lo pude soportar, una vez afuera me senté en uno de los bancos de cemento y lloré como una desahuciada. No lo conocía, honestamente no lloraba por él, lloraba por mi, por todas las veces que renuncié porque era dificil, porque me sentía incapaz, porque me dí pena.
Lloré porque esa muerte me recordó mis pequeñas muertes, todos mis fracasos, el miedo, la miseria.
Estuve ahí llorando un buen rato. Lloré como el que había visto.
Por suerte yo pude optar por levantarme y seguir.

miércoles, 3 de junio de 2009

Hasta dónde?

Juan Manuel extraña a Clara. La extraña con el alma, con certeza.
Está convencido de que ella es ideal para él, que es su alma gemela, que no hay otra. Que ellos están destinados a estar juntos y bla bla.
Resulta que Clara no está convencida, o eso es lo que Juan Manuel sabe íntimamente. Pero espera, está seguro.
Entonces Juan Manuel no ha hecho otra cosa que extrañarla. Piensa en ella, la espera, la invita, la aguanta porque claro, ellos ya no se deben nada, entonces si se ven de vez en cuando empieza y termina ese día. Ella se va tranquila, él se queda mascullando un suspiro, se atraganta con la esperanza. Se angustia.
Pasó mucho tiempo, pasaron como dos años ya y Juan sigue al pie del cañon: envía mensajes, la llama, busca excusas para verla. Ella responde, claro, por qué no? Si es fácil? Ella lo quiere mucho pero nada más.
Y el pobre Juan sigue acumulando desplantes, espera obediente mientras todo lo demás se va con el tiempo. En su celular suena Crimen, de Gustavo Ceratti.
No ha habido una noche que no llore un poquito.
Dicen que hay que sostener los sueños, que todo se puede, que hay que luchar y arremeter para conseguir finalmente que se haga realidad.
Pero hasta dónde? Cuándo deja de ser un sueño para empezar a ser una pesadilla?
Hay un momento en que hay que detenerse y dejarlos ir. No todos se pueden cumplir.
El tema es que si no somos capaces de dejarlos, de dejar de aferrarnos a eso, no va a haber lugar para otros sueños.
Se trata de ser un poco valientes. Abandonar algo conocido, como cuando eramos chicos y se estaba por caer una muela: da miedo, sabemos que va a doler, y cuando se cae sangra y es un asco. Después queda un agujero por donde se mete todo lo que te llevas a la boca. Tarda en cerrarse la herida... es molesto. Pero luego sale la otra muela, la posta, la pulenta, resulta que es más fuerte que la anterior.
Es lo mismo, crecer es ir sacándose cáscaras viejas. Es ir cambiando la piel cada tanto.

No es gratis, duele bastante, pero lo que viene después es infinitamente mejor.

jueves, 28 de mayo de 2009

Cosas que pasan

Yo tenía una bufanda hermosa. Me la había comprado en un viaje, que además había sido mágico, y estaba enamorada de esa prenda. Tenía unos colores, una suavidad... tenía tanto significado, tantísimo valor agregado que era única, como la rosa del principito. Yo la había domesticado. No había invierno que no la usase, y cuando no podía la dejaba sobre el sillón, de adorno, para no perderla de vista. Un buen día, por un descuido tonto, porque cuando uno pierde las cosas por lo general es de manera estúpida, la perdí. Creo que la dejé en un colectivo uno de esos días en que iba cargada y a destiempo. O habrá sido algún día de incipiente primavera que me la saqué a riesgo de sofocarme. No sé, pero la perdí. Qué tristeza, por favor, qué manera de sufrir. Recorrí todos los lugares que habia transitado hasta que por fin, luego de un tiempo, logré dar con mi bufanda. Estaba toda sucia y maltrecha, se ve que nadie le dio la importancia que tenía. Estaba quemada con un cigarrillo y tenía manchas de grasa (o de no quiero saber qué). No me importó y me la llevé. La lavé, la remendé, la traté de poner en forma pero no era lo mismo. Alguien me dijo que la destejiera y que la armara de nuevo (era artesanal). Yo lo hice y me quedó una reverenda cagada. Lo volví a hacer, tozuda, y la lana se fue venciendo. Ya quedaba más corta, más finita, estaba más aspera y no abrigaba en absoluto. El color se perdió... Solo la mantenia mi recuerdo. Todo ese valor simbólico que me había quedado. Un día me la vio mi vieja y casi se infarta, pensó que estaba usando de poncho la cama del gato. No servía para nada. De todas formas no la dejaba de usar. Me cagaba de frio, me arruinaba la pinta porque realmente parecía un trapo, tenía olor feo que ya no se iba con nada... como si se estuviera pudriendo. Un buen día no me quedó otra que dejarla. Salí a conseguir otra y no había caso. Ninguna me conformaba: el color, el olor, la calidez, la suavidad... siempre le encontraba el detalle que detonaba la negativa. Estuve cagada de frio todo ese invierno pero no había bufanda que me sirviera porque allá, en el cofre de oro de mis recuerdos descansaba la otra, la inmaculada, la perfecta bufanda. Un día, el día mas frio del año, salí despechugada y, como no podía ser de otra manera, me agarró una gripe zoológica. Estuve en cama durante 1 semana. Obviamente, todo aquel que pudo se lo adjudicó a la falta de abrigo: Es que no tenía bufanda. Cuando me recuperé ya no hacia taaanto frio, así que me hice la boluda y me arreglé con cualquier cosa. Igual entendí finalmente que aquella otra, la perfecta, la mejor de todas, lo es sólo en mi recuerdo y el recuerdo no abriga sino que hace al frío más frío aun, más triste. Remarca que ya no está. Simplemente (no fue tan simple) tenía que encontrar otra. Ninguna otra bufanda va a ser como la anterior, porque esa estuvo allí alguna vez y dejó una marca imborrable. Pero esa tampoco, eso es lo más triste me parece. Mirar atras con tristeza no me dejaba ver que hay otras que aunque no sean iguales, puede ser buenas tambien. No busqué reemplazar, sino reinventar. Y reinventarse, soltar lo viejo, implica una decisión. Y no es, de ninguna manera, gratis. Aun no he encontrado una bufanda que me guste, pero al menos he visto que todas tienen algo para ofrecer.


jueves, 21 de mayo de 2009

Aprieta pero no ahorca.

Hay días en que todo a mi alrededor es un despelote.
Hay otros en que es una fiesta, otras veces sobresale la monotonía y otros días ni siquiera me detengo a ver lo que hay. También hay días que todo está patas para arriba.
Los peores, definitivamente, son aquellos en los que no se ve nada.
Hoy fue un día de esos.
Lo primero que hice fue andar por la calle abrigada hasta las pelotas, cargada hasta las pelotas, y hacía calor.
Luego me subí a un subte en el que la gente que había adentro del bagón quintuplicaba su capacidad. A la noche iba a tener una cita por la que me fui a depilar, limpié mi casa, organicé todo lo demás porque realmente la estaba esperando desde hace unos 3 meses y se canceló a último momento por una puta gripe.
Encontré hace unos meses un trabajo en el que se me redituaba en todos los sentidos, que me hacía feliz, que me prometía algo más que dinero, y en la primera de cambio, el responsable del lugar, mi jefe y el de todos los demás, luego de ofrecerme el oro y el moro me invitó a salir.
Entonces me fui a mi casa y me puse a llorar. El mundo se me vino abajo sin previo aviso y me puse a llorar. Prendí la radio y uno de los tipos del accidente de los Andes, uno de los 16 sobrevivientes de esa tragedia contaba, con una humildad filosa y sin dramatismo que él había podido seguir con su vida, que se casó, que tuvo hijos, que fue feliz a pesar de eso porque, tanto él como los demás allá por el '72 decidieron seguir, no morirse en el medio de la nada.
No quiero caer en el lugar común, pero la verguenza que me hizo sentir me puso adelante de la computadora a escribir esto.
Espero que sirva.

domingo, 17 de mayo de 2009

Ciego

Salgo del ascensor una mañana. Estaba esperando que viniera mi taxi.
Y cuando lo hago veo que viene caminando un vecino, sonriente a pesar de la hora de la mañana y del frio afuera. El frio es inusual, es uno de los primeros del año. Nos cruzamos a un metro de la puerta del ascensor de donde yo salía y al que él entraba.
El portero me saluda con un efímero buen día y desvía la mirada hacia las puertas del ascensor, ya detras mio, y empieza a hablar como uno suele hablarle a un chico. Yo me doy vuelta al instante, sorprendida, y veo que caminando junto con mi vecino va su pequeñísima hija, en tamaño y edad, sonriendo, jugando, hablando, yo que sé.
No la había visto, no la había escuchado, no me había enterado de que estaba ahí salvo por el portero. Vi que llegó mi taxi y me fui.
Cuando se me pasó la sorpresa vino la congoja, porque si me pasa algo así en algo tan cotidiano como el cruce con mi vecina, entonces seguramente me pasa en todos los demás órdenes de la vida: por estar mirando sólo hacia un punto, me pierdo de todos los demás.
Ya adentro del auto me saqué los anteojos de sol.
Me hubiera gustado sacarme las anteojeras.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Nemento moris

Estaba yo sentada en una ronda de gente bastante heterogénea.
De pronto surgió el tema social, la pobreza, la desigualdad de oportunidades y la mar en coche. Unas señoronas muy coquetas salieron al ruedo:
- Nosotras tres - dijo la de la nariz repingada - somos voluntarias de un comedor en Constitución. Vamos todas las tardes a llevarles de comer a los chicos y a sus mamás, la mayoría de ellas embarazadas.
Las tres afirmaban con la cabeza.
- La verdad es que la situación ha cambiado mucho últimamente - dijo la de la izquierda de la de la nariz operada a la vieja usanza, haciendo tintinear sus pulseras - porque hay mucha droga dando vueltas. Antes había algún que otro robo, pero los chicos venían a merendar y andaba todo más o menos bien. Era un barrio dentro de todo tranquilo.
- Es una pena que después - dijo la tercera, terminando de deglutirse un canapé de salmón - vinieron los peruanos y habitaron todos los conventillos de la zona. Ellos trajeron la droga, el paco, la pasta y esas porquerías. Andaban por ahí haciendo el trueque: documento por droga. La culpa es de los peruanos!
Terminada la conversación, a la que todos asintieron con solemnidad, me puse a charlar con una chica que estaba finalizando su carrera universitaria. Muy enojada, dijo:
- Por culpa de ese profesor de mierda yo no promocioné. No me alcanzó la nota que me puso y me mandó a final. Podés creer?
Más allá, una jóven madre hablaba con otra joven madre acaloradamente.
- Me llamaron de la escuela para decirme que Santi no hace caso. Que no hace los trabajos en clase, que se distrae. Y claro, si con la maestra que tiene qué pretenden?
Cuando me estaba yendo paso por al lado de un hombre que hablaba con un policia después de producirse el coche.
- Es que se me cruzó el árbol. Yo andaba por la calle tranquilo y un árbol insolente se me cruzó y no lo pude esquivar.

Esto último no pasó, pero a juzgar por lo que venía escuchando no me hubiera sorprendido.
No es fácil hacerse cargo de que los errores son nuestros, de que al final no tenemos todo.
Porque hacerse cargo es asumir la responsabilidad de revertirlo, de cambiarlo.
Asumir el error es asumir todos los errores, los pasados y lo futuros tambien.
Es tener que ceder, es aceptar discursos ajenos y diferentes, y eso da laburo. Es más simple dormirse en las sábanas calentitas de nuestro entendimiento omnipotente sobre todas las cosas.
Es una herida narcisista que duele y tapamos con las curitas de la ignorancia, pero la única forma de que sane es empezar a desinfectarla con el alcohol etílico y ético de la responsabilidad.
Duele también, pero es infinitamente mas productivo.

viernes, 8 de mayo de 2009

simple, fresco

Tuve un sueño.
Yo estaba en una casa, tremendísima casa, que daba a una playa que no se podía creer.
La tremenda casa estaba sobre una colina cuya pendiente, de unos 150 metros, estaba cubierta de un césped brillante, suave, más verde que la esperanza.
Yo estaba ahí, ese lugar era mio, yo pertenecía allí pero al otro día me iba, viajaba, era mi último día en ese lugar. La noche anterior habíamos tenido una fiesta, se ve que era mi cumpleaños porque me habían llenado de regalos.
Ese último día yo decido bajar a la playa, que estaba luego del césped y cuya arena parecía maicena y el agua era tan transparente que dudabas de que fuera salada. Se me había hecho tarde porque me había quedado dormida después del almuerzo pero fui igual.
Resulta que al ratito de yo llegar al paraíso, donde me esperaban allí algunas personas, al ratito de haber llegado con mis regalos una nube negra, inmensa, cargada se acerca a una velocidad poco creíble. Todos empezamos a huir de ese lugar y a mitad de camino, con una lluvia torrencial y fria de esas que duelen, me doy cuenta de que había dejado mis regalos en la playa. Me detengo, lo pienso dos segundos y vuelvo, y mientras emprendía la operación retorno, muchas personas desde la casa me gritaran para que los dejara allí, que fuera a refugiarme, que iba a encontrar otras cosas que reemplazaran aquellos regalos. Pero yo no podía, esos regalos eran mi tesoro, eran mios, no podía dejarlos ahí arruinándose.
En la medida que iba acercándome se me hacía muy dificil, tenia frio, tenía miedo, tenía tristeza, llegué a pensar que los perdía. Finalmente llegué y ahí estaban. Yo estaba empapada, cagada de frio y cansada pero tenía mis regalos. Fue entonces cuando me lamenté que fuera el último día, haber llegado tarde a disfrutar de la playa y no tener otro día de changui. Y en ese intante vi en el cielo una hilacha de luz. La nube negra finalmente se estaba yendo, no era eterna como pensaba. Había valido la pena hacer el esfuerzo de llegar hasta ahí.
Luego me desperté.
Más allá de lo pintorezco del panorama, lo estético, el sueño fue particularmente gráfico.
A pesar de ser tarde yo fui a donde quise, fui. Hubiera sido mejor no dormirme, pero fui igual porque todavía la playa estaba ahí. Cuando apareció el obstáculo, la tormenta, tuve la posibilidad de elegir entre la comodidad de la casa, impecable, conocida y segura, donde antes me había dormido y donde me esperaba la calidez de lo conocido, y la playa que se me representaba oscura, desconocida pero que albergaba mis 'regalos', aquello que yo quería, que me pertenecia y que no quería perder.
La vuelta, llegar hasta ahí fue dificil. Tenía miedo, tenía frio, no sabía si iba a llegar a encontrarlos.
Pero llegué y ahi estaban. Y cuando creía que se me había terminado el tiempo, cuando creía que ya había perdido la oportunidad, ahí, adelante mio, volvía a salir el sol.
En cuestión, el mensaje es: No te detengas. Lo que querés está ahí para que lo vayas a buscar aunque te resulte lo más dificil que vayas a hacer, no abandones tus 'regalos' , no hagas eso.
Y si se trata de eso, nunca es tarde.

martes, 5 de mayo de 2009

Necio

Estaba un día en la casa de una amiga que tenía una hija.
Yo tengo 47 años, tengo un título de grado, dos de post grado y un doctorado. Hablo tres idiomas y me considero inteligente, sagaz, intimamente soy un genio.
Entonces, como decía, estaba en la casa de una amiga y su hija, de 5 años recién cumplidos, que estaba en primer grado de la escuela de una escuela suficiente (ni más ni menos), me empieza a hablar de la religión cristiana.
Iba a un colegio laico pero con opción a educación católica.
´Y después de morirse fue al cielo´me dijo
'Cómo hizo para llegar al cielo?'
'Se fue volando'
'Qué, tiene alas? las personas no tienen alas'
'Bueno, entonces se fue en un avión'
'Mmm, no existían los aviones en aquella época'
'Bueno, entonces se fue en un auto que volaba'
'mmmm...'
'Bueno, no sé, pero se fue al cielo!'
'Pero en el cielo estan las estrellas después de las nubes. Y ahí no se puede respirar - me divertía yo, peleándola - no sé si creerte. Para mi es todo mentira.'
'No, no es mentira, es cierto!'
'Y vos cómo sabes?'
'Porque sí, me enseñaron, porque además es el que creó todo el mundo!'
'Mmm, no sé. Nunca lo vi, no puedo creer si no lo veo.'
'... '
Se queda en silencio unos minutos y se pone a completar algo en su cuaderno.
Cuando yo ya daba por terminado el asunto, arremete.
'Vos crees en Japón?' - pregunta.
'Pero qué pregunta! Claro que creo en Japón, cómo no voy a creer en Japón!'
'Ah... y vos fuiste a Japón?'
'No, no he ido'
'Entonces, si no fuiste y no viste Japón, cómo es posible que creas en eso?'
y ahora, el que hizo silencio fui yo, viendo cómo mi soberbia me hacía quedar como un liso y llano pelotudo.
La diferencia entre lo que uno conoce, lo que sabe, y lo que te falta conocer y saber es tan grande, tan abismal y titánica que cada vez que subestimes a alguien se te va a venir encima.
El conocimiento debe ser un vehículo, un camino.
Conocimiento y sabiduría son diferentes, hasta arriesgaría que opuestos.
Tanto, que muchas muchísimas veces el conocimiento es el primer obstáculo para llegar a la sabiduría.

miércoles, 29 de abril de 2009

Sí, existe.

Yo, que fui al amor con la ilusión de que lo cura todo, de que es alimento para el espíritu. Que creí que tocaba el cielo con las manos después de comprar todas las promesas de la contraparte y me faltaron el respeto gratuitamente. Tristemente. Yo que terminé mi carrera de grado, de posgrado, que aprendi tres idiomas y estaba a punto de terminar mi tesis de doctorado me di cuenta de que mi sueldo era inferior que el anterior, el de secretaria cuando aun estudiaba.
Yo que cuando era chica quería ser grande para hacer lo que se me cantara el ocote y me di cuenta de que hacerse cargo de todo a veces puede ser tan doloroso que dan ganas de abandonar el barco. Y no se puede. Que en alguna que otra oportunidad me vi despojada incluso hasta de mis mentiras personales y piadosas... cuando mi sobrino, chiquitito, me preguntó, ante un evento particular, si la magia existe le respondí que sí.
Y no lo hice por él. No le mentí.
Hago magia todos los días. Veo magia todos los días.
Sinó, todo lo demás dejaría de tener sentido en este instante.

miércoles, 22 de abril de 2009

Moraleja con cuento.

El Sr. Menos era millonario. Había llegado a serlo porque tanto lo gastaban cuando era chiquitito, tanto tanto, que se forjó su carrera financiera llena de éxitos sólo para poder cumplir con lo que vaticinaba en aquel momento: ya van a ver, algún día voy a tener más que ustedes y van a ver.
Entonces el Sr. Menos era millonario. Era dueño de tres navieras, 5 hoteles mil estrellas, 4 cruceros de lujo, una empresa constructora, una isla, etc. Era el rey Midas.
Hacía 25 años que estaba casado con una mujer, Olga, que había sabido ser la reina de la primavera en sus años mozos pero que ahora daba escalofríos verla.
Un día decidió contratar una secretaria. Puso un aviso en el diario y al cabo de 24 horas se presentaron varias postulantes. Pero había una que era un despelote. Algo sin igual. Estaba tan buena que rajaba la tierra, tenía un culo melódico que se movía al compás del latido de su acelerado pulso, una piel de porcelana, unos ojos de fuego que cuando te miraba hacía que transpires frio. Sus piernas eran laberínticas. Cortaba la respiración, la mayonesa, el bacalao, qué lo parió. Tanto era así que 5 minutos después la tenía instalada en el escritorio. Estaba feliz. Sentía que no necesitaba más, realmente había cumplido. Sí! tenía exactamente lo que quería. Se regocijaba imaginándose a aquellos que padeció cuando era chiquitito, sus venas hinchadas por la envidia. Finalmente había pasado a ser el Sr. Más. Se sentía satisfecho. Pleno. He cerrado - pensaba - el círculo de mis necesidades.
Fue una pena que justo ese día, un rato después, la sra Olga apareciera en la oficina.
- Y usté quién es? - inquirió
- Soy la Srita. Pobre, la nueva secretaria del Sr. Menos.
- A sí? - dijo dijo haciendo la seña del 7 de espadas - Mirá vos.
Al otro día, la srita. Pobre recibió el telegrama de despido. El Sr. Menos estaba triste.
Al Sr. Menos le habían arrebatado la alegría. Algo le faltaba.
Moraleja: Pobre no es quien Menos tiene, sino quien Menos necesita.

jueves, 16 de abril de 2009

Costumbre

El otro día estaba paseando con una persona extranjera. Cuando le hice la pregunta de rigor, cuando le pregunté qué le había gustado y qué no de Buenos Aires me dijo: Me encanta la vida de este ciudad, es pintoresca. Pero me llama la atención, mucho, la cantidad de basura que hay en la vereda. Sí, agregué, no tenemos instalada aún la conciencia ecológica.
No, más allá de eso, me refiero a las bolsas que se acumulan en las veredas, acertó.
En ese instante aparecieron, ahí, las bolsas de las que antes no me había dado cuenta. Muchas bolsas, kilos de basura en bolsas de consorcio, montones de repugnantes bolsas negras acumuladas en la calle que me mostraban un cuadro triste.
Me había acostumbrado y me dio verguenza. Verguenza ajena y después propia porque inmediatamente empezaron a aparecer ante mi, en mi, cuestiones viejas que habiéndose hecho carne se me habían vuelto invisibles. Cuestiones que se fueron camuflando entre las convicciones ya un poco marchitas. Incomodidades a las que uno se va acomodando por comodidad, porque es más fácil quejarse que laburar.
Y me volvieron a doler antiguas imposibilidades, me volvieron a molestar piedras viejas en mis zapatos.
La costumbre, pensé, es cómplice del fracaso.

martes, 14 de abril de 2009

Evacuar

No podía y no había caso.
Hacía 7 días que venía metiéndole comida a este cuerpo, que de gentil no tiene nada, y no podía ir de cuerpo, evacuar, hacer caca, no podía cagar. Las tripas me hacía ruido, las venas de las sienes se me hinchaban hasta ponerse azul oscuro, o violeta. La boca se me torcía en una mueca de odio visceral que daba miedo.
No podía cagar.
Transpiraba frío, se me paraban los pelos de la nuca a la menor ventizca. Tenía la panza como el huevo de pascuas que se sorteaba en el autoservicio de enfrente.
No podía, no había manera.
En esos días he comido compotas de todos los colores, frutas de mil años de oscuridad, yogures violetas, semillitas, todo y no había caso.
No podía cagar.
Entonces fui a una curandera y le conté mi problema y me dijo: estás llena de mierda.
Decime algo que no sepa, le dije.
No, en serio, estás llena de mierda en el sentido figurativo, tu ánimo está desvastado. Te sentís para la mierda, te sentís como la mierda. Estás, por tanto, llena de mierda.
Me quedé en silencio, me quedé muda, le pagué y me fui.
Cuando llegué a casa me preguntaron: te sentís bien?
Si, le dije, no, me voy a llorar al baño.

viernes, 10 de abril de 2009

Luto

Asistí a un velatorio ayer. Y a un entierro, que en realidad fue más de uno.
Más allá de la tristeza que provocó el que se fue en los que nos quedamos, hubieron muchas cosas que se jugaron ahí.
Por una parte, la gente que asistió, la gente más vieja, tenía en el rostro la expresión de la íntima certeza de la proximidad del asunto. Era en ese caso como una despedida cómplice.
Por otro lado, por mi lado, por el lado de los de mi generación, vimos reflejado el paso del tiempo, inexorable, entre nosotros. 'Están grandes, más grandes que yo'. mentí.

(También vi que no es justa, la muerte, y se vuelve más dolorosa)
Y al final, a la hora del definitivo final, en el entierro, fue donde yo sentí la puntada, la que me dolió en serio. Fue como si estuviera visitando el futuro con mi fantasma de las navidades pasadas pero sin el changui de volver. Vi que en ese segundo último estaba enterrando también algo de mi. Pasado, recuerdos, momentos. Sin vuelta, sin más nada.
Creo que más allá de que en tal o cual caso toca más de cerca a uno u otro, la muerte en general es una sola y de a poco. Con cada muerto que he ido sobreviviendo se ha ido un poco de mi. Su muerte también es mia, en pequeñas cuotas.
No tan absoluta pero si definitiva.

miércoles, 1 de abril de 2009

Adulto

Vino a casa y estaba triste. Se le notaba la tristeza como a quien acaba de enterarse que al final era todo mentira, que la habían estafado. Llegó a casa y en silencio hizo lo que todos los días acostumbraba a hacer, se metiò a la ducha, se fijó en la heladera, esas cosas.
Cuando estaba sentada enfrente mio en la mesa llevándose una papa frita a la boca le pregunté qué le pasaba.
- Hoy les conté a mis compañeros de oficina que me voy, que me cambio de laburo en un mes, que me salió algo mejor. Y a nadie le importó. pusieron cara de 'oh, qué bueno' me dijeron que no perdamos el contacto y siguieron hablando de cómo le silvaban a la Bruja Verón en el partido contra Venezuela. No me van a ver más y a nadie le importó.
Siguió con la papa frita entre indignada y triste. Y a mi me daban ganas de decirle que las cosas son así, que a nadie le importa demasiado lo que haga, salvando algunos pocos.
Que el dia que le ocurra lo peor, que el dia que sienta la tristeza más miserable, ese día incluso su vecino va a ir a trabajar, el perro de al lado va a ladrar y le van a hinchar las bolas por teléfono como a cualquiera, porque es cierto, a nadie le importa.

El mundo no se va a detener a verla pasar. No va a dejar de amanecer porque se tiña el pelo de violeta ni las escuelas van a hacer paro porque las cosas no le fueron como pensaba.
Y suena triste, pero no es tan malo en definitiva, porque el dia que cometa el peor error de su vida se va a dar cuenta de que en realidad no es para tanto, porque eso también va a pasar desapercibido, nadie se va a dar cuenta, se lo va a comer el tiempo como a todo lo demás.
Pero verla ahi, luchando contra eso, pretendiendo buscarle la vuelta a lo absoluto me dio un poco de pena, y a la vez ternura. No quise herirle la susceptibilidad.
- te van a extrañar - Respondi.

jueves, 19 de marzo de 2009

Esperanza

Están los que gustan de alguien y van, los abordan, obtienen lo que quieren y se van.
Pero también están los que se quedan porque quieren más.
Ellos son los que duran un tiempo, meses, años, y después se van.
También contamos con los que se quedan y quieren más, entonces forman parejas, familias, tienen hijos, pero despues igual se van.
Todos ellos se van porque les sobreviene un odio inexorable, insoportable, un odio que carcome las entrañas, las disuelve. Los quema, se los come vivos. Tienen que irse.
Sin embargo están los que se quedan, los que a pesar de todo siguen.
Siguen por costumbre, por miedo, por desesperación, siguen porque el amor se convierte en necesidad.
Y eso es mucho mas triste.

lunes, 16 de marzo de 2009

A mi no me pasó

Leí un artículo recientemente sobre una nota que le hicieron a un reconocido escritor argentino (en adelante A). Le preguntaron sobre un amigo suyo, un aún más reconocido escritor argentino (en adelante B), le preguntaron sobre su vida afectiva, sus amores, eso. Respondió "Él nunca fue feliz, se entregaba tanto, se enamoraba tan ciegamente que las mujeres lo maltrataban. Toda su vida lo maltrataron. Yo aprendí y nunca me quedé con una sola mujer"
Cuando llevé el tema a otro lugar, una amiga me dijo "yo de eso no sé nada. Yo me voy a casar el mes que viene y estoy muy ocupada eligiendo los centros de mesa"
Otro amigo me dijo: "mi aprendizaje fue al revés. Yo era como A. Prefiero ser como B"
Una tercera me dijo: "Yo ya sé, yo entiendo todo. Vos me viste sufrir. Pero no hay otra que entregarse, si no, no hay nada. Para mi la vida gira al rededor del amor (SIC)''
Yo, no sin envidia, no sin un poco de tristeza, respondo: ''no sé, a mi no me pasó.''

In situ

Después de la cena la invité a mi casa y aceptó. Serví un vaso de vino para cada uno y se lo alcancé. Ella estaba recostada en el sofá y yo en una silla al lado pero no tan cerca.
Después de tres sorbos de silencio ella dijo en referencia al piso parquet recientemente reparado:
- Este piso está desparejo, tiene algo. No sigue allí - señalando un sector - el patrón que debería. Están desparejos. Tu piso está mal.
- Yo también - agregué - Vos también. Los dos. Te bajo a abrir.

viernes, 6 de marzo de 2009

Yo estaba triste

Había vuelto de verla. Había hecho un viaje de 35 hs sólamente para verla, porque la extrañaba, pero había tenido que volver y estaba triste.
Entonces volví. Y cuando me bajé del avión me subí al taxi y el tipo que manejaba me miraba por el espejito retrovisor y me hablaba de los cortes de ruta, de la indignación generalizada, de la plata que se roban, le la situación política del país. Yo miraba por la ventana y una camioneta modelo 54, cuyo conductor transpiraba odio, pasaba destartalándose al lado. Y yo me quería poner a llorar porque estaba triste.
Cuando llegué a mi casa quise abrir la puerta y las 186 facturas no me lo permitieron. Yo estaba triste y el piso estaba plagado de amenazas fiscales.
Y cuando fui a la oficina el tipo que está directamente frente a mi contaba sus hazañas nocturas de playboy en una bailanta de Morón, o de Quilmes, y hasta se jactaba de eso.
Y la secretaria pasaba moviendo el culo implacable, acomodándose la camisa, tirando sonrisitas.
Y mi jefe me pedía pelotudeces innecesarias.
Yo estaba triste. Y a nadie le importaba.
Así que si hoy te ofendés por lo que te dije, si pretendés que me sienta culpable porque no te gusta justo hoy que te quisiste poner el pantalón y no te entró, yo no voy a hacer absolutamente nada. Ya se te va a pasar.
El mundo está poblado de mundos, yo tengo suficiente con el propio.