viernes, 25 de septiembre de 2009

Sin morir en el intento

Estaba en una sala de espera. Estaba leyendo un libro mientras tanto y antes de que me llamaran alcancé a leer una frase, una declaración, una revelación que me pareció fabulosa. Marqué la hoja y lo cerré porque era mi turno, me estaban llamando.
Me senté de este lado del escritorio en su consultorio, el que está de frente a los diplomas, y cuando me disponía a contarle por qué estaba ahí empezó a hablar él.
Me contó, con esa alteración que no te agita sino que te entristece, que días atrás le había llegado una multa de un auto que había vendido hacia 12 años atrás, y que en el Registro Automotor le habían dicho que el cambio de titular se había traspapelado y que por eso la multa le había llegado a él. Entonces había ido al organismo estatal que regula eso, y desde el Estado estaba todo bien, todo en regla, pero el asunto era en el de la Provincia. Allí estaba el quilombo.
Entonces allí se dirigió y la empleada que lo estaba atendiendo de pronto desapareció (con su DNI) y al rato, como a los 20’ alguien se dignó a decirle que Marta (tal era su nombre) estaba en la cocina comiéndose un sanguche de mortadela y queso sardo, que la espere. Y que cuando apareció al rato, al grito de ‘Quien sigue?’ le dijo que tiene que mandar un fax a no se donde, porque allí no podían hacer nada sin autorización de Juan Pelotudo.
Y así seguía la lista de quehaceres, había caído en el círculo vicioso del tramiterío burocrático, un espeluznante cuento de la Buena Pipa que no lo llevaría a ningún lado.
Y que mientras estaba haciendo, para colmo, una de las colas infernales le habían choreado la billetera que adentro tenía, además de la CI, la tarjeta de crédito y la de la prepaga y de orto no tenía el carnet de conducir porque sinó se hubiera tirado a las vías del tren.
Yo lo miraba y no decía nada.
- Bueno, vayamos a lo nuestro. Qué te anda pasando?
Lo mío era una boludez, una receta para una crema para la cara y listo.
Me la dio y me fui.
Curiosamente, el libro que habia estado leyendo antes decía (sobre un sujeto que tenía ciertas actitudes autodestructivas, por supuesto que a propósito, y había tenido recientemente un accidente con una pistola)

“Ciertas cosas nunca se llegan a saber del todo. Morir no me dio miedo. Lo difícil es vivir”

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Ser o no ser

Estaba hablando con una amiga que habia ido hacia muy poco a Miami. (lo que hacemos las mujeres: ver fotos, ver qué compró, contar pormenores y pormayores, etc)
Hace unos años atrás me fui a Europa – le dije - Anduve por algunos lugares, todo increíble. Hubo algo que me atrapó que aun no sé qué fue. Algo como en el ambiente, en el aire...
- Argentinos. – me dijo tranquilamente ella.- Allá por las Europas no hay argentinos, No en cantidad, no en exceso como en Miami.Son fácilmente distinguibles, más allá del idioma:
- Cuando en la playa alguno o alguna estaba observando al de al lado, a modo de scanner, de forma exhaustiva.
- Cuando en el medio del mar (A los 20 metros de la playa el agua, tibia y verde agua y transparente como la gelatina, te llega hasta el cuello) hay dos tipos comparando patrimonios (o el tamaño de sus chotas, pero queda mal decirlo)
- Cuando entran y/o salen de AïX en malón llenos de bolsas, o vuelven locos a los vendedores que humildemente ponen la otra mejilla.
- Cuando en la playa se ve un contingente de personas, con sombrilla multicolor, entre 7 y 23 reposeras, 2 o 3 heladeras portátiles, mucha basura alrededor.
- Cuando un auto excede la velocidad y no para en ningún estridente cartel de ‘STOP’ a grito de ‘A mi los canas no me van a parar, yo manejo mejor que todos estos’
- Cuando en el aire se oye una histriónica y absurda queja.
Estuve con uno que me dijo: ‘Ocean Drive (que es una calle turística, un estilo Recoleta, llena de bares y restaurancitos) no da. Allí va todo el mundo. Nosotros no vamos ahí. A nosotros nos parece grasa. Nosotros, los argentinos, somos selectos, diferentes’.
Otro, que era una queja cadente y sin sentido, sin acentos, sin puntuación, dijo: Estos yanquis de mierda no tienen idea, son unos bobos. No saben cómo numerar las calles. Por eso me pierdo. Por qué no lo hacen como Punta del Este? (la meca de varios)
Y a todo esto, frente a nosotros se explayaba un mar cristalino y tibio, sereno como un sueño que te transporta a tu propio paraíso. La temperatura perfecta, las latinas en microtangas, todos sin prejuicio alguno disfrutando de lo que quedaba antes de que venga el huracán Erica, de que empiecen las clases.
Todo el tiempo un avión al menos surcaba el cielo. El aire era caliente pero limpio, no había bocinazos. No tenía otra preocupación que esperar que el día esté lindo para salir al ruedo – dijo, mientras elegía una factura del plato.
- Allí fue que descubrí la razón de ser de los chistes sobre argentinos – prosiguió – y te da un poco de bronca, o vergüenza. Y sin embargo al día 7 empecé a extrañar la contaminación sonora, los apretados viajes en bondi. La voz de Tinelli saludando a Latinoamérica, el chino de enfrente borrando la fecha de vencimiento de los yogures, Radio 10, mi casa, mis deudas. La extrema represión polite me estaba hartando, no escuchaba puteadas, no escuchaba gritos. Todo era tan correcto cuando estaba fuera de los círculos mencionados que aburría... Extrañaba Argentina.
Yo la miraba, no decía nada, simplemente afirmaba con la cabeza por hacer algo.
- Ojo – retomó luego de sacarse con la lengua el dulce de leche que le había quedado en una de las comisuras de los labios – no es una queja, eh? Es pura observación.
Y tragó.
Argentino se nace, no se hace.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Regla de tres inversa

Una amiga me contaba que el novio de fue a NY y le trajo regalos. Me dijo que el que más le gustó fue una bikini preciosa de Victoria's secret.
- La parte de arriba - me dijo- el corpiño, es hermoso, (o 'Bra', como dicen los norteamericanos) es divino y me queda que es una maravilla. Me siento la Coca en 'Carne', soy una diosa entre salvaje y casta, cuando me pongo ese bra me siento en parte Atenea y en parte Afrodita, una teta de cada una de ellas, uf, suspiro de la emoción. Pero la parte de abajo...
- La tanga... - me adelanto.
- Justamente, no tiene nada que ver con una tanga. Se parece a las bombachas de latex que me ponia mi madre cuando era chica. Un horror. Se debe parecer a las que usa la Coca pero ahora - Dijo compungida.
En nuestro continente el tamaño de la bombacha de los trajes de baño son un indicador de cultura y desarrollo- pensé -. Es evidente que mientras más abajo estemos en la Tabla de Desarrollo (o subdesarrollo, como dicen ellos) más chiquita es la tanga. En Mar del Plata me he encontrado con mujeres que cada tanto se miran la chaucha para serciorarse de que aun está ahi, de que está puesta, es tan chiquitita que se confunde con un alga marina, con un filamento de aguaviva.
En el Caribe las hijas de puta ya no se preocupan por usarlas, directamente salen a airear el asunto sin culpa.
La única excepción a la regla creo que es Brasil, cuyas nativas, no sé si por subir los morros, por bailar a cualquier hora del día o por lo que comen, tienen un culo tallado hecho por un ebanista de larga trayectoria, que brilla al sol (el culo, no el ebanista) y sonríe a cualquiera que se atreva a mirarlo (puede ser que nunca se recupere uno de eso). Digo excepción porque ese país, eternamente contento, ha escalado algunos puestos de la Tabla sin agrandar la prenda. Será que ya estaba instalado y con el pasado no hay nada que hacer.
En fin. Supongo que es eso, porque no hay un culo al aire libre en las playas norteamericanas ni de casualidad (hablo de las americanas per se) exeptuando en las revistas porno, que son consideradas una aberración por los gringos de las elites más polites.
- Debe ser eso - pensé en voz alta.
- Voy a mandar a arreglar esa parte. A la vuelta de casa hay una señora que lo hace. Sí, voy a hacer eso - Dijo, desconcentrándome.