viernes, 30 de octubre de 2009

Como la vida

Un día pensé en cortarme el pelo. Las mujeres, cuando queremos cambiar algo, cuando estamos cansadas de algo, cuando nos hinchamos las pelotas de forma suprahumana, empezamos por afuera, por algo accesorio. Yo ya lo hice, tengo la experiencia de cortarme el pelo y luego arrepentirme, no de forma dramática, pero sí arrepentirme. Entonces esta vez decidí cambiar algo de mi casa. Encontré una mesa que era ideal para tal efecto.
Entonces me la imaginé completamente diferente (como otrora mi pelo). Y en un arranque, un aluvión de actitud salí a comprar los elementos necesarios: pintura, aguarras, un pincel, una lija.
En mi cabeza iba performando mientras volvía a mi casa el trabajo final, iba a quedar increíble, iba a quedar maravillosa, una obra de arte.
Me fui a la terraza con la mesa para lijarla, tenía capas de barniz y cera de años a.
Me costó trabajo, hubo oscuridades que no pude sacar, hubieron puntos irremediables.
Finalmente no quedó blanquita, virgen, como me la imaginaba pero estaba lista para la primer mano de pintura.
Eso hice, bajé a casa, preparé los elementos, mezclé el sintético (rojo profundo) con un poquito de aguarras segun me había dicho mi papá y le entré a dar.
Ay Dios, qué desilusión. Quedaban unas vetas horribles, el color no era el que me habían mostrado en la pinturería, quedaba toda desprolija, la pintura que pretendí deslizar sobre la zonas oscuras parecía hacerme pito catalán.
En ese momento me arrepentí, pensé que me había mandado una flor de cagada. Arruiné mi mesa! La que uso para absolutamente todas mis actividades cotidianas!
La dejé secarse. Al otro día, desconfiada, un poco dolida, y todo le dí otra mano de pintura, con la misma fórmula que me dio mi papá. Mejoró pero nada. Un horror.
Ya desvastada, sabiéndome frustrada, sintiéndome una fucking arruinadora de mesas, igual opté por darme otra oportunidad.
Esta vez lo hice de otra forma, como a mi me parecía.
Le tuve que dar como cinco manos, pero finalmente quedó perfecta. No como me la imaginaba, no como la había visto en mi cabeza, quedó diferente, ni mejor ni peor, diferente.

Me vi entonces con las manos llenas de pintura, las uñas sucias, pero satisfecha, orgullosa.
Y vez concluida la tarea, viendo mi mesa nueva desde la distancia que da la objetividad (o al reves, es lo mismo) pensé en mi, en mi camino. En las veces en que estuve a esto de largar todo a la mierda y volver a ser secretaria, cara y cómoda, en las veces en que por llorar casi me muero, en aquellas situaciones en que lloré amargamente por el eje perdido.
No no. No es, ahora que lo veo, lo que yo esperaba. Es diferente, es mejor.
El futuro nunca es como uno se lo imaginaba. El camino, la forma de llegar a eso, tampoco.

viernes, 23 de octubre de 2009

Sin ánimo de herir susceptibilidades

He sido participada a numerosos nacimientos. He recibido invitaciones por todos los costados a darle la bienvenida al mundo a muchos minúsculos individuos a través de ventanas y camitas de acrílico transparente. He visto sus caras de desolación tratando de ver.
He visto.
Y nunca falta la que dice, y es reiterado, la que pregunta: 'Y vos, para cuándo?'
Mis respuestas han ido variando, a veces levanto los hombritos, a veces digo un chiste, a veces sólo me rio. Pero se quedan ahí, expectantes, esperando la respuesta cómplice, en sintonía.
- No sos tan joven - osan decirme - Cuando tu madre tenía tu edad vos ya tenías dos hermanos - insisten recalcitrantes.
Cuando dije entonces que no era mi intención tener hijos las opiniones estaban divididas en: 'Eso decís ahora' y 'Ya te van a dar ganas'. La división, como ven, es virtual.
Hasta que un día, presa del peso de mis pelotas, hastiada de las pelotudeces más totales y absolutas, harta ya de asistir a eventos ajenos en todo sentido, ante la miserable pregunta reaccioné: Es que dentro de 25 años el mundo va a estar lleno de fracasados, y no quiero ser artífice.
La que me preguntó le tapó los oídos al nene que llevaba a cuestas, mirándome como si hubiera degollado un pollito con los dientes. Y fui repudiada en silencio.
A partir de entonces no he sido invitada. Nunca más.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Subite a tu ilusion superesport

Lorena le dijo a su papá, médico neurocirujano prestigioso este, que quería ser antropóloga. O socióloga! porque quería ir por el mundo estudiando el comportamiento de las minorías ante el sonido de la participación de Iliana Calabró en cantando por un Sueño, la primer entrega del programa. Ella tenía una teoría y quería corroborarla. Por su puesto, el padre, cuyo padre era médico y el de su padre también, cuyos hijos, o sea los hermanos de Lorena, estaban estudiando en universidades extrangeras sus doctorados y sus maestrías, cuya esposa, la madre de Lorena, era una bióloga que venía investigando no sé qué para el premio Nobel de química y estaba en su etapa final, se opuso rotundamente a la loca idea de su benjamina.
- Ni loco te financio esa carrera de mierda. Vos vas a ser médica y punto. Olvidate.
- Bueno - dijo ella - No quiero que me la financies ni nada. Te estaba avisando nomás.
Lorena tuvo renunciar a la seguridad de papá y ponerse a laburar de de telemarketer, de recepcionista, de secretaria y cuidando viejos para poder estudiar. Y se recibió y se fue por el mundo a probar su hipótesis.
Claudia, por otro lado, más o menos por la misma época le dijo a su papá, contador él, quien le llevaba los números a los grandes empresarios de la época, amigo de senadores y diputados, que quería estudiar diseño de indumentaria y ponerse un pequeño local. Iba a tener la particularidad de que la tela iba a ser confeccionada por ella a partir de no sé qué línea ecológica.
- Estás loca. Estás delirando, se ve que tomaste pintura con el desayuno.
- Quiero estudiar diseño de indumentaria porque...
- Entonces olvidate de que yo te pase un peso, la vas a tener que hacer a pulmón, a tu pulmón, porque no estoy de acuerdo.
Claudia y Lorena habian sido compañeras de escuela. Cuando se cumplieron los diez años de egresadas y se organizó la mítica fiesta de reencuentro, Claudia fue en su auto último modelo. Tenía las uñas arregladas con francesitas y el pelo rubio y alisado de peluquería. Unas botas que no hablaban castellano y un celular de última tecnología que cuando sonaba tiraba papelitos de colores. Todo eso enmarcaba una cara de culo infernal.
Lorena, en cambio, apareció caminando porque la parada del bondi quedaba a unas cuadras del lugar pautado, sin tanto fileteo pero contenta. Su cara tenía alguna que otra arruga, más bien una marca, pero transmitía tranquilidad.Lorena contó que no le había sido facil en absoluto, que tuvo que elegir entre la comodidad económica y chata que le brindaba su padre a cambio de la medicina y sus suenos, que si bien no ha resultado su vida como lo imagino allá por su adolescencia, fue diferente pero mejor. Claudia no lo pudo soportar, se miró las unas, se paró y se fue.

jueves, 8 de octubre de 2009

Oído al pasar

Me contaron un chiste hace un tiempo, me lo mandaron por mail en realidad, un chiste con moraleja.
Se trataba, en breves palabras, de un tipo al cual los mafiosos del barrio lo capturan por alguna deuda y lo mandan con el torturador de turno, con una consigna: 'Chino (el torturador se llamaba Chino) este es Juan. Nos debe plata y se está haciendo el boludo'
'Bueno -
dice Chino - lo voy a dejar en este rincón y cuando me desocupe le voy a dar masa con esta zanahoria que tengo preparada para estos casos' dijo, mostrando un tubérculo inusualmente grande.
Juan se puso blanco y no pudo emitir sonido. Quería pedir clemencia, rogar por que le cambian el desdichado castigo que le iba a arruinar la dignidad y la vida. Que fueran piadosos. Y cuando estuvo por hacerlo traen a otro:
Chino - de nuevo - este es Carlos. Está casado con la hermana del jefe y anoche lo encontraron con una trola'
'Bueno - dijo Chino tranquilamente - a Carlos le voy a cortar las pelotas en juliana y voy a hacerle un omelet, para que él mismo se la coma'
Cuando Carlos se pone a llorar, cagado hasta las patas porque el Chino no jodía, entran con otro más, al que le faltaban los dientes y tenía los ojos en compota. 'Chino - dice su Virgilio - Este es Miguel, se quiso hacer el vivo con la hija del jefe. Ya lo estuvimos ablandando con los muchachos. Te lo dejo para que lo termines'
Y el Chino la remató: 'no te preocupes, cuando termino con el omelet le corto la lengua y se la coso al pito con una aguja caliente y oxidada, para que no hable más boludeces'.
Cuando se va y se quedan los tres con el Chino, Juan, el primero de todos, finalmente recobra la vos y dice: 'Chino, acordate que yo soy el de la zanahoria...'
La moraleja a simple vista es una: No te quejes tanto, lo que te pasa a vos no es tan malo, o cosas así.
Sin embargo hay otra mucho más realista y más aplicable. Que es transtemporal, es como una reflexion dantesca, Shakesperiana: Siempre se puede estar peor, y vale la pena, solo eso, vivir para verlo.