domingo, 20 de marzo de 2011

Epifania

El jueves me fui a un bar. Fui sola, claro.
Los que estamos solos (o los que 'somos solos', como me gusta escucharle decir a Aleli)
tenemos ciertas licencias. Cuando yo no lo estaba y veía esa imagen se me representaba triste. Hoy es un placer sencillo, humilde.
En fin, me pedí lo de siempre y me senté al lado de una pareja. Esta vuelta me ubiqué en la esquina de la barra entonces estaba tambien un poco de frente a esos dos.
El bar estaba lleno de gente, como todos los jueves. Las chicas de shorcitos ajustados y escotes radicales se paseaban dando un claro mensaje a los tipos que obedientemente lo entendian y hacian lo que se supone tenian que hacer. Pero ellos dos eran absolutamente ajenos a todo eso. Parecia que se conocian de hace rato, que estaban cómodos. Serenos.
Él le estaba hablando de una chica de la que se había enamorado. Le decía que hacía un tiempo la había conocido de casualidad en otro bar, que se pusieron a hablar y fluyó facilmente, como un rompecabezas de seis piezas. Y estaba todo bien pero ella estaba en pareja, con la que convivía pero en ese momento estaba haciendo no se qué, no alcancé a escuchar, afuera, por un tiempo no tan largo. Esas casualidades. Los dos estaban hasta las manos en esa historia, tanto así que finalmente, cuando su pareja volvió, ella le blanqueó la situación y se fue de su casa y de su vida. El rompecabeza terminaba de armarse hasta que ella, que trabajaba con esa pareja y por ende ahora se encontraba sin casa y sin guita, se volvió a Colombia (parece que era de allá) a trabajar ya que había recibido una propuesta significante. El no podia irse y chau pichulandia.
'Fue triste, yo me habia enamorado realmente'
Ella, que lo había escuchado atentamente, tomó la posta.
Su historia habia sido casi la misma. Habia conocido a un tipo, compañero de un curso de no escuché qué, con el que al cabo de dos semanas estaban encajetadisimos. Esos metejones divinos.
Pero el tipo era casado, y no prometía nada. Con la misma serenidad con la que lo habia escuchado contaba que desde el principio las cosas estuvieron claras. El no acusaba crisis matrimonial, y con su mujer llevaban adelante la pincipal fuente de ingresos y además tenia no sé qué otro bondi que imposibilitaba aun mas las cosas. Con el correr de las semanas la claridad dejó de ser tal y se trataban y se decían como si fueran novios. Las cosas se precipitaron cuando él le dijo que empezó a pensar en que quiza podría quedarse definitivamente con ella.
'Yo también me habia enamorado - dijo - y fue tristisimo. Pero hubiera sido mucho peor si yo le hubiera dado cabida a esa duda. Me sentí amada, pero la apuesta era imposible'
Yo seguia en mi butaca, ya iba por la cuarta cerveza cuando ellos pidieron la segunda vuelta. No habia sido una confesión ni estaban despechados ahogando penas. No era nada por el estilo, ni siquiera era triste. Estaban serenos y felices porque los dos coincidian en que habia sido en ambos casos una clase de amor, una especie de cachetada que los despabiló de un letargo mucho más gris que cualquier despedida y los habia hecho sentirse vivos de nuevo. Y lo celebraban y no se arrepentían. Y habian vuelto a sentirse capaces. Brindaron por eso y, cuando ya era una hora prudente y no quedaba nada en ninguno de los tres vasos, él se levantó y tendiéndole la mano le dijo: 'Vamos?'. Y se fueron.
Y yo, satisfecha, tambien me fui.

3 comentarios:

Alelí dijo...

que buen estado ese...estar agradecido y sereno porque todo lo que fué es como "debía" ser.

perfectamente, imperfecto.

besos

Dany dijo...

Es un estado de paz. El saber que las cosas son como tienen que ser. Y no cagarse la vida por todo lo que no sale como uno quiere. Buen relato. Un saludo

HB dijo...

Además de la tranquilidad de lo que se debe, tambien rescato que hayan podido estar ahí a pesar de todo. A pesar de eso.
Eso me para los pelitos de la nuca.